Haydn, uno de los compositores por los que Julio Andrade sentía predilección, resumió así el poder de la Música: «A menudo cuando me enfrentaba a algún obstáculo, cuando mi fortaleza física y mental se debilitaba y me costaba perseverar por la senda que me había trazado, un sentimiento secreto susurraba en mi interior: son tan pocos los que están contentos y felices aquí abajo, la ansiedad y el dolor los acechan allá donde van; tal vez tu trabajo pueda, algún día, convertirse en un manantial donde aquellos agobiados por las inquietudes puedan descansar y aliviarse durante unos instantes». Ahora mismo intento mitigar el sentimiento doloroso de esta hora aciaga mientras le rindo tributo postrero al querido Julio escuchando la Sinfonía nº2 de Mahler, y sin poder sacarme de la cabeza nuestro último encuentro. Fue hace unos días, yo tenía que prestarle un libro para una investigación que él estaba llevando a cabo sobre cantantes relacionados con Bibiana Pérez, forjadora de voces en la ciudad, y le dije: «Julio, no nos demos la mano que ya ves cómo está la cosa». Y él tan risueño y lleno de vida como siempre: “¡Qué va hombre, si eso no es nada…!"». Y sí, era algo más, algo malo, algo terrible. El maldito virus así, de repente, también se ha cebado con él, pero jamás borrará el recuerdo de su limpia inteligencia, de su caballerosidad, del infinito, infatigable y escasamente reconocido empeño que llevaba a cabo a diario para que ningún acontecimiento musical de su querida ciudad quedase sin reseña. Hace no mucho lo dije al presentarle en una conferencia: «Dentro de unos años, quienes deseen conocer lo que fue la vida musical de esta urbe tendrán que acudir necesariamente a los escritos de Julio, cronista esencial de todos sus detalles, grandes o pequeños». Para él no había concierto menor, compositor o intérprete baladí, amaba la Música sin reservas, lo cual no quiere decir que no se mostrara riguroso y preciso en el análisis, pero siempre en positivo. Euterpe está hoy de luto y sobre todo Marineda. Las instituciones musicales de esta ciudad, de ayer y de hoy, nunca han tenido ni seguramente tendrán ya un valedor, a un defensor del calado humano e intelectual de Julio Andrade. La Música de esta ciudad acaba de sufrir una pérdida irreparable. Hasta siempre, amigo.