
Se prometió lealtad al Gobierno, toda: «No está usted solo», le dijeron a Sánchez. Nos hemos unido como una piña para que pase esta peste y regresen los buenos días con sus abrazos, o los días buenos. Pero es difícil. Difícil cuando ves que el Gobierno no olvida la propaganda. No lo olvida ni en las circunstancias más adversas. En medio de la tempestad. Y duele. Duele no observar un ápice de autocrítica en cada intervención. Duelen las palabras de Adriana Lastra en el Congreso, ¿la han escuchado? Duelen las mentiras. No es momento de criticar al Gobierno, dicen. Cuándo será momento, pregunto. El Gobierno puede criticar a las comunidades autónomas, especialmente a la madrileña, y al Gobierno no puede criticarlo nadie a riesgo de ser felón. Qué pretenden. ¿Imaginan ustedes qué pasaría en España si no gobernase el PSOE en este momento? ¿Recuerdan el 2004? ¿Y la crisis del ébola, sin un solo fallecido? ¿Recuerdan las palabras de Sánchez o de Iglesias entonces? Imaginen. Recuerden. Yo no quiero ni imaginarlo. La oposición ha actuado de manera intachable (¿quién aprobó y aprueba los decretos de alarma?). Pero no puede más. O yo, si fuese la oposición, no podría más. A poco que ustedes repasen la prensa internacional comprenderán lo que pretendo señalar: somos el único país en que se ha prohibido de forma tácita criticar al Gobierno. El único en que la máxima magistratura del Estado no asume ningún tipo de responsabilidad y culpa, ese es el verbo exacto, a las administraciones autonómicas. El único en que se ha subvencionado con quince millones a las televisiones privadas (en Bélgica se ha gastado lo mismo para una paga extra de los sanitarios). Y dicen que escuchemos a la oposición lusa. Yo les digo, miren los datos lusos. Y después miren los nuestros.
Sánchez, al comienzo de esta pesadilla, ha encontrado apoyo en los presidentes autonómicos, con Feijoo a la cabeza. Y en el PP. Y en Ciudadanos. Hasta en Vox. Esa es la verdad. Pero desde Moncloa no se ha dejado de agitar la maquinaria propagandística. España, en la mayor crisis de su historia, no puede permitirse el dogmatismo y el adoctrinamiento. No se puede consentir el fomento del rencor. Reitero: ¿ustedes han escuchado a Adriana Lastra? ¿Cómo pactar con este PSOE? Es inadmisible el odio. En medio de la tempestad, menos.