El principio del fin de Pedro Sánchez

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

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23 may 2020 . Actualizado a las 17:24 h.

Perdón por ser agorero, pero esto no va a mejorar. No es novedad que Pedro Sánchez juegue con sus aliados como un maestro del ajedrez en varias partidas simultáneas. Pero utilicemos la fórmula del vicepresidente de Galapagar para que quede claro «cristalino»: la metedura de pata ha sido muy gorda, la foto de Otegi es insoportable. No la soporta nadie, mucho menos los socialistas, sobre todo los socialistas vascos que llevan décadas jugándose la vida. Pero lo peor para Sánchez es que ha enfurecido al PNV. Tiene algo de justicia divina que los nacionalistas tomen de su propia medicina. ¿No querías influencia en Madrid? Pues ahí tienes dos tazas. Y la segunda viene muy cargada, en concreto cargada de pintura de los de la kale borroka y en plena campaña electoral vasca. El presidente del PNV, que habla menos que la reina de Inglaterra, también ha sido cristalino: al depósito de confianza del PNV se le ha encendido la luz de reserva.

La derecha política y mediática fantasea con la posibilidad de unas elecciones en otoño que desemboquen en un gobierno de concentración a la alemana a principios del próximo año. Pero si algo ha demostrado el ajedrecista múltiple de la Moncloa es que es un corcho. Insumergible. La gran virtud de Rajoy, o su gran defecto, según se mire, elevado al cubo. Sobrevivió a un golpe de Estado interno, resucitó como el ave fénix y sabe mejor que nadie que puede gobernar con los presupuestos de Montoro y a golpe de decreto hasta el día del juicio.

Pero ese día del juicio llegará. No será este año. Echar a Rajoy era fácil. Había que convencer a la mayoría Frankenstein. Pero no hay suma posible para Casado. Tampoco es probable que sea el año que viene. Solo ocurrirá si la situación económica se deteriora aún más y desde Bruselas, o mejor dicho, desde París y Berlín, se exige la cabeza de Sánchez y la configuración de un gobierno de tecnócratas, quizá con Calviño o Borrell al frente. Ya lo hicieron con Berlusconi.

Pero es el principio del fin de Sánchez, porque ha conseguido enfadar a todos. Patronal, sindicatos, ministros de su partido, algunos ministros de Podemos, indepes catalanes… Ese día del juicio llegará, y es difícil imaginar a los aznaristas Casado y Ayuso en una candidatura ganadora. Aunque su mentor es un ejemplo de que es posible. El primer Aznar era un guiñol. Ahora se han recuperado sus fotos disfrazado de Cid Campeador. Felipe perdió porque pensó que jamás sería derrotado por alguien así. Hasta que llegó un día que a los suyos les dio vergüenza ir a votar.

Ese día llegará, pero el principio del fin de Sánchez ya ha comenzado. Y ahora veremos su versión más peligrosa. Peor que un presidente inexperto es un presidente en rampa de salida. En EE.UU. lo llaman lame duck, pato cojo. Los ingleses son más pragmáticos: al que está a punto de irse de Downing Street lo comparan con un «conductor borracho», expresión que en el caso del actual sirve para cualquier momento.

Perdón por ser agorero, pero a corto plazo esto no va a mejorar.