«¿Quién va a querer trabajar si la ley protege a los okupas para que tengan un techo donde meterse a vaguear»

Cartas al director
Cartas al director CARTASALDIRECTOR

OPINIÓN

CESAR QUIAN

10 ago 2020 . Actualizado a las 22:04 h.

Okupas viviendo a cuerpo de rey

Quizá porque viví la dictadura, la Transición y la democracia, puedo ver y analizar la vida desde el antes y el después. Es lo que tiene ser mayor. Ahora vivo en una sociedad que no me gusta más, ni menos, que la de antes, porque si ahora hemos ganado cosas, por el camino hemos perdido otras. Por ejemplo, antes dejábamos la puerta de nuestra casa abierta y nadie entraba, a no ser que fueran a ofrecer algo. Antes existía una igualdad que nos unía, porque todos éramos iguales en lo esencial. Ahora veo más diferencias y, por tanto, más desigualdad. Además de la igualdad de género, ¿nos preocupamos por otras igualdades y desigualdades?

Hace algunos días entraron en mi casa unos okupas, esos que se apropian de lo ajeno porque, al parecer, no tienen vivienda ni donde caerse muertos. Mientras ellos se encontraban disfrutando de mi casa, yo estaba de puertas para afuera jurando en arameo y cumpliendo con la ley, que no era otra que evitar molestarlos, porque las autoridades así me lo exigieron. No se puede molestar a los okupas, se puede y se debe poner una denuncia para que un día, no se sabe cuándo, un juez les diga que se tienen que ir de mi casa. Mientras, yo debo pagar sus recibos de luz, agua y otros consumos, así como, dejarlos tranquilos. Es decir, dejar que vivan a cuerpo de rey en mi casa y a mi costa. Algo difícil de digerir. Esa casa fue construida por mi padre, rompiendo piedras y cargando sacos de cemento en su espalda, con muchas privaciones y grandes sacrificios. Mientras la Guardia Civil me invitaba a que me fuera, los dejara allí y ni se me ocurriera molestarlos, yo recorría con el pensamiento la historia de mi padre y lo veía trabajar día a día con la camiseta empapada en sudor para levantar aquella casa, que fue su orgullo y su satisfacción más grande. Allí, dentro de esa casa, que es la mía, se encontraban ahora dos individuos jóvenes que nunca habían dado un palo al agua, ni pensaban darlo, ni nunca lo darán, porque, ¿quién va a querer trabajar si la ley los protege para que tengan un techo donde meterse a vaguear? Mi padre ayudó a levantar este país, trabajando mucho y muy duramente. Ahora, en estos tiempos de libertad y progresismo, unos mindundis viven en esa casa, la de unos trabajadores, mientras la casa o casoplón de algún político, que precisamente, se erige en defensor de la famosa igualdad, se encuentra rodeada de docenas de guardias civiles, que pagamos todos, para que los protejan de cualquier molestia. Estoy pensando en si la ley de igualdad se está quedando en propaganda oportunista. No sé, pero yo sigo viendo poca igualdad y mucha desigualdad. Regina Barros Silva.

La alimentación en los centros de día

Estoy totalmente de acuerdo con el artículo de José Carlos Millán Calenti que denuncia el cierre de los centros de día. Yo tengo una tía en un centro de Santa Cruz (Oleiros), dependiente del Consorcio Galego de Servizos de Igualdade e Benestar, de la Xunta, y en cuanto a la atención y trato de todo el personal es de matrícula de honor, pero lo vergonzoso y denigrante es la alimentación: la comida no reúne la calidad mínima y la mayoría de las veces tiene que ir de vuelta porque no se puede comer. Según me han informado, el menú lo suministra una empresa de fuera de Galicia y llega congelado para toda la semana, y todos sabemos lo que eso significa; en las cárceles seguro que comen mejor porque se exponen a un motín. Yo personalmente envié dos escritos al ente responsable y obtuve la callada por respuesta, se amparan en que la gente mayor no protesta y en el caso de algunos sus familiares no se enteran, porque sus mayores tienen las facultades mentales deterioradas y no lo cuentan en casa. Y entre los que sí nos enteramos, hay gente que tiene prejuicios para reconocer públicamente que tienen a sus seres queridos alimentados en esas condiciones. Juan Miguel Vázquez Vázquez. Perillo.