Salud y presencialidad en las aulas

Felipe Trillo Alonso FIRMA INVITADA

OPINIÓN

Marta Fernández Jara

25 ago 2020 . Actualizado a las 09:10 h.

Pensando en la educación obligatoria en tiempos del covid-19, la cuestión interesa porque ante la razonable vocación de cuidar a los hijos y alumnos y cuidarnos, hay quien ve como una amenaza la asistencia al colegio. Tal perspectiva depende de cómo valoramos el riesgo de contagio y desarrollo de la enfermedad. Ante eso, no ayuda la falta de evidencia científica y, menos todavía, las informaciones contradictorias: que si los niños son transmisores o no tanto. En tosco resumen vemos como se oponen las ideas del niño burbuja y la inmunidad de grupo. Por eso debemos recordar que la ciencia puede informar pero la decisión humana contempla, afortunadamente, otras consideraciones de orden personal y social, que son tanto de tipo racional, como emocional y moral.

A partir de esa base se conjugan salud y presencialidad. Esta se refiere a la práctica habitual de escolarización, con asistencia a las aulas de los alumnos para que se reúnan con sus compañeros y sus profesores; también a la escuela como el espacio de encuentro de una comunidad educativa más amplia que incluye a las familias y al entorno.

La salud que nos ocupa en este caso es tanto la individual como la pública. Hay muchas definiciones de salud y todas son cuestionables por algo. Una que sirve de referencia es la propuesta por la OMS (1978): «La salud no se reduce simplemente a la falta de enfermedades sino que se refiere a aquel estado de total bienestar físico, social y mental». Lo relevante aquí es la perspectiva de salud integral en la que destaca la dimensión social. Porque el ser humano es un ser social por naturaleza. Porque necesitamos convivir con los otros para ser plenamente nosotros mismos, para construir nuestra identidad. Si se nos aleja, esa dimensión social imprescindible corre el riesgo de sufrir alguna patología.

En ese proceso la escuela se revela como mucho más que los contenidos disciplinares de un currículo o un mero garaje; es un plan formativo para el desarrollo de múltiples competencias de las que subrayamos las habilidades de relación interpersonal y de actuación y de inserción social, así como las actitudes que favorecen la comunicación, el diálogo, el trabajo cooperativo y la participación, la responsabilidad, el respeto a los derechos de los demás y la tolerancia. La salud integral depende de asegurar experiencias de socialización en las que todo eso resulte posible. Una de ellas, insustituible, es la asistencia a la escuela. Y más todavía para quienes están discriminados —en salud y aprendizaje—, por su código postal.