Otra vez Cataluña: se ha terminado la paz. No sabemos cómo terminará la investidura de Pere Aragonés i García, apellidos muy independentistas, pero sabemos lo fundamental después de escucharlo ayer: considera «inapelable» la mayoría a favor de la república catalana. La cuestión es saber cómo planteará el advenimiento de esa república: esperando que esa mayoría sea todavía más inapelable, como hasta ahora defendió su partido político, o sumándose a quienes quieren repetir la experiencia de la declaración unilateral, pequeño detalle que acarician los otros independentistas, la CUP y Junts per Catalunya, que lidera en su puesto de fuga el señor Puigdemont.
Como cree Salvador Illa, que conoce el paño desde dentro, lo que vamos a ver en la nueva legislatura, «no va a conducir a nada bueno». De entrada, Puigdemont quiere mandar como presidente que es del Consell per la República. Su vicaria en la tierra, Laura Borrás, presidenta del Parlament, pronunció un discurso de toma de posesión que la propia prensa catalana calificó como de «choque con el Estado». Esta señora quiere conectar directamente con el Parlament de Carmen Forcadell, la de las leyes de ruptura y la vía unilateral y, para que no hubiera dudas de su talante, ni siquiera citó a su antecesor, Roger Torrent, que no rompió nada. Laura Borrás se comprometió a una autonomía absoluta de la Cámara, sin obedecer a otras instituciones y con un abierto desafío al Tribunal Constitucional.
Es más que simbólico que el primer acuerdo de Aragonés, y a lo mejor el único, se haya alcanzado con la CUP, que es un partido que va de anticapitalista, pero es antisistema y ha sido el origen de los CDR y otros grupos violentos. Suscribir un programa de gobierno con antisistemas no creo que sea lo que más tranquilice a los mercados. De hecho, le impuso a Aragonés una serie de medidas como la prohibición por ley de los desahucios, que es de gran justicia social, pero aterroriza a la propiedad privada y al capitalismo. Y lo peor para el propio president es que le obliga a someterse a una cuestión de confianza en medio de la legislatura, que es como decirle: querido Pere, te tenemos agarrado por tus partes; o cumples lo firmado, o te dejamos caer.
Estamos ante un programa netamente independentista y de izquierdas, creo que más de izquierdas que el suscrito por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para el Gobierno de coalición. Difícilmente obtendrá el apoyo del partido de Puigdemont, que representa lo poco que queda de la burguesía catalana y las ideas más conservadoras.
No acabo de ver que puedan gobernar juntos, pero más difícil era lo del PSOE y Podemos, y ahí los tienen. Pero ese es su problema. Lo inquietante para el Estado es, como digo, el decidido propósito de organizar la independencia. Y vienen con la lección aprendida: la aprendieron de los errores del anterior procés.