![](https://img.lavdg.com/sc/UDjBIiexFkWCC-DTFoQFr3Ug1WI=/480x/2021/04/27/00121619539923426374540/Foto/eup_20210426_194140572.jpg)
Les propongo un juego político tan inocente como ingenuo. Supongamos que sea verdad lo que dicen los partidos de la izquierda madrileña sobre Santiago Abascal, Rocío Monasterio y demás dirigentes de Vox: son unos fascistas y su partido es la última creación del fascismo del siglo XXI. Yo no lo creo, pero supongámoslo. En consecuencia, es procedente lo que dice Ángel Gabilondo en el sentido de hacerles un cordón sanitario, como el que en su día le hicieron al PP en el recordado Pacto del Tinell. Es procedente, incluso, lo que insinuó Pedro Sánchez: han traspasado una línea y es la última vez que la traspasan, lo cual algunos hemos interpretado como amenaza de aplicación de la Ley de Partidos para ilegalizarlos.
Supongamos, al mismo tiempo, que Isabel Díaz Ayuso consigue el 4 de mayo la abultada victoria que le anuncian las encuestas, entre 59 y 60 escaños. Sería un resultado magnífico, porque supondría duplicar el número de diputados que hasta ahora tenía en la Asamblea. Pero, como la mayoría absoluta está en 69, le faltan 9 o 10 escaños.
La costumbre parlamentaria diría que es legal quitarle la presidencia si la izquierda tiene un escaño más que ella. Pero, si no hubiera una lucha descarnada por el poder, también tendría sentido hacer la siguiente reflexión: si Ayuso tiene más del doble de votos que el partido siguiente (el PSOE, al que se atribuyen 28 escaños) sería un magnífico ejemplo ético decirle: usted es la preferida de los madrileños, vamos a dejarla gobernar. Al fin y al cabo, solo es para dos años.
Tercera suposición: como esto último no va a ocurrir, porque la izquierda está formada por tres partidos, pero ahora funcionan como si fuesen uno, la señora Ayuso se encontrará en esta disyuntiva: si busca el apoyo de Vox, al PP le espera una larga y cruel campaña para decir urbi et orbi que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, es decir, ambos son el fascismo unido; si renuncia al apoyo de Vox por el cordón sanitario, estaría regalando la presidencia a la izquierda, que ella misma identificó como enemigos de la libertad que quiere representar. Y la izquierda lo tiene que entender, porque también esa tendencia quiere gobernar al precio que sea, según se está demostrando estos días.
¿En qué consiste el juego? En esto: si PSOE, Podemos y Más Madrid creyesen de verdad que hay que aislar a la extrema derecha porque es un peligro para la democracia, tendrían el gesto de decirle a Díaz Ayuso: somos coherentes con lo que decimos y nos unimos a usted para no darle aire ni poder. Ese es el cordón sanitario. ¡Que gobierne la lista más votada y echemos el fascismo a las tinieblas! ¿Lo harán? Responda usted mismo. Con lo cual, cuando le exigen a Isabel Díaz Ayuso que no gobierne con Vox, no lo hacen porque Vox sea fascista, sino porque quieren regalado el Gobierno regional de Madrid.