¿Crisis de Gobierno? ¿Qué Gobierno?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

E. Parra. POOL

10 jul 2021 . Actualizado a las 17:15 h.

Con muy pocas excepciones, la gran expectación que suscitan en España las crisis de Gobierno no se ajusta en realidad a su auténtica importancia. Y esto no porque desde 1977 no haya habido cambios profundos en todos los ejecutivos que han presidido sucesivamente Suárez, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez. No: la razón es diferente. 

Salvo Suárez, que para su desgracia, dirigió el poder Ejecutivo apoyado en un partido que era una jaula de grillos, lo que lo forzó a hacer equilibrios con sus ministros para mantener su autoridad y su poder, los demás presidentes -aunque en grados no totalmente coincidentes, es verdad- han nombrado y cesado con total libertad a sus ministros por la sencillísima razón de que gozaban de un fuerte liderazgo partidista. Ello, unido a la presidencia poderosa que configura la Constitución, convierte al jefe del Gobierno en el auténtico señor de la Moncloa. Los ministros no tienen más poder que el de naturaleza puramente vicaria que les confiere el presidente, que puede nombrarlos y cesarlos sin dar ninguna explicación, a veces ni siquiera a los propios afectados.

El caso de Sánchez es diferente, por dos motivos obvios: que su Gobierno es de coalición, por lo que ayer el presidente no tocó a la parte podemita, que hace rancho aparte, pese a la manifiesta inutilidad de Garzón o de Castells o los dislates de Montero o de Belarra; y que los diputados socialistas están tan lejos de la mayoría absoluta, que quienes condicionan de verdad al presidente (ERC, PNV y Bildu) no se sientan en el Consejo de Ministros.

Sobre los titulares de las carteras socialistas tiene Sánchez, sin embargo, tal y como ayer quedó de manifiesto, un poder absoluto, que convierte a sus titulares, por decirlo con la palabras de Fernando VII, en «meros ejecutores delegados» del jefe del Gobierno. Y así, quien era el viernes todopoderosa vicepresidenta primera se va el sábado a la calle, y quien según muchos analistas perdía la batalla frente a Podemos, Nadia Calviño, ocupa ahora su lugar. También deja su puesto Iván Redondo, el superinfluyente Rasputín que susurraba en la oscuridad, como en la novela de Lovecraft, a los oídos del Zar Sánchez. ¡Y que decir de Ábalos y González Laya, que hablaban como si fueran a ser ministros siempre!

Unos vienen y otros se van, pero, como en la canción de Julio Iglesias, la vida sigue igual. No diré que la preparación profesional o política de un ministro sea irrelevante, pero sí que no marca su entrada o su salida del Gobierno, como tampoco la marcan sus aciertos o desaciertos. Ningún cambio ministerial afecta a la esencia del Gobierno, que no es otra que su presidente, el único que manda de verdad. Pero cuando la crisis es, además, de la extensión de la que este sábado tuvo lugar, ese axioma se eleva a la enésima potencia: el PSOE ha entregado a Sánchez todo el poder y ahora él lo utiliza para hacer literalmente lo que le da la real gana. Gobierno, dicen. ¿Qué Gobierno? ¡El Gobierno es Pedro Sánchez!