Sánchez: más clásico y poderoso

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La remodelación que acaba de hacer Pedro Sánchez, cansado de su rompedora forma de gobernar y deseoso de una presidencia más clásica y personalista, es profunda, cambia el estilo de gobernar y se hace a costa del PSOE. Pero deja sin resolver dos cosas que siguen enturbiando el panorama: el tufo a incoherencia y frentismo que impuso la actual mayoría de investidura, y la inconveniente multitud de ministros que hubo que acumular para repartir el poder con Unidas Podemos.

 

Que la remodelación es profunda lo demuestran la salida de Carmen Calvo, que era el filtro necesario para separar a Sánchez del rebumbio ministerial; el ascenso de Nadia Calviño a la vicepresidencia primera, que implica la apuesta por una gestión económica a la medida de la UE, y la reducción del populismo podemita; el relevo de José Luís Ábalos en el ministerio de Transportes, que nos hace suponer crecientes divergencias entre las amplias bases del PSOE y el progresismo rampante; el traslado de Iceta desde Política Territorial, donde actuaba como un caballo de Troya del independentismo, a Cultura y Deportes, donde alcanzará el nivel de irrelevancia que su currículo merece; el cese de Isabel Celaá, que llevaba varios años confundiendo las reformas educativas con el deporte de enfrentarse al PP, y a la educación concertada, a favor de una educación cada vez más ideologizada; el relevo de María Jesús Montero en la portavocía del Gobierno, que intenta cambiar -supongo- la pura palabrería por mensajes entendibles; y la huida a tiempo de Iván Redondo, al que la estrategia de huir hacia adelante, cabalgando sobre empujones y contradicciones, se le estaba agotando.

Que esta remodelación cambia el estilo de gobernar se hace patente en la laminación de los pocos ministros que, por su solera y su peso en el partido, podían discutir con el presidente las continuas y arriesgadas cesiones que venían haciendo con la única finalidad de mantenerse en el poder. Y que esta remodelación se hace a costa del PSOE lo deja muy claro el hecho de que los ministros de UP sean intocables, a pesar de que varios de ellos -todos, quizá, menos Yolanda Díaz- figuran entre las matas de flores más inútiles y problemáticas de este jardín en el que Sánchez se metió por personal interés.

Para completar este panorama, hay que señalar la pervivencia de dos severos condicionamientos que Sánchez no pudo evitar, y que indican que pocas cosas van a cambiar en la política profunda. La primera, que se mantiene la incoherencia radical que supone la mezcla de agua y aceite -UP y PSOE- en el Consejo de Ministros. Y la segunda, que todo apunta a que la única figura relevante que queda en el poder es el propio Sánchez, que, desde el próximo lunes, actuará de forma más personalista, más arrogante y más arbitraria, y que el viejo eslogan construido para la moción de censura -«En España solo hay dos opciones, PSOE o PSOE»- se convertirá muy pronto en «España no tiene más que dos opciones, Sánchez o Sánchez». Un cambio que se veía venir.