Cuando la anormalidad es estructural

OPINIÓN

Irfan Khan / POOL

24 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No es normal que el presidente del Gobierno se monte un viaje público-privado, para atraer fondos de inversión, capitalistas redomados y empresas tecnológicas de esas que trabajan donde les conviene y tributan donde les da la gana, mientras Yolanda Díaz le advierte que Unidas Podemos no está en el Gobierno para que los fondos buitre ganen dinero. No es normal que el Gobierno solicite la convalidación del decreto que limita la interinidad en las Administraciones públicas sin haberlo pactado, que lo salve con un acuerdo improvisado con sus socios, y que al minuto siguiente salga la abogacía del Estado a decir que la solución es inconstitucional. No es normal que toda la política del bienio de crisis se monte entorno a las transferencias de la UE, mientras el Gobierno abre un enorme agujero en la Hacienda pública que es equivalente a todos los fondos que vamos a recibir, y que el primer ejemplo de resiliencia y rescate sea la tóxica ayuda a la compañía aérea Plus Ultra. No es normal que la crisis de Cuba se haya finiquitado mientras nuestro Gobierno discutía si la revolución es autoritaria o democrática. No es normal que el Gobierno convoque la conferencia de presidentes -próximo viernes- sin fijar el orden del día ni lograr que asista el señor Aragonès.

Las semanas del Gobierno son así, desde el principio. Porque se trata de un Gobierno estructuralmente débil, al que se le mantiene vivo y entubado para que ni se muera ni pueda vivir, y para que su obligación de bailar El lago de los cisnes sobre un escenario cubierto de grasa, le garantice un gran trompazo por ministro y día hasta que termine la legislatura. Por eso resulta imprescindible que los ciudadanos asumamos que este permanente desgobierno no debe analizarse caso por caso, como si en cada decisión se rompiese la lógica del sistema, sino como una situación estructural que ha convertido en trágica normalidad la errática agenda del Estado.

Los ciudadanos tendemos a creer que las estructuras del poder apuntan, por naturaleza, a una gestión lógica, serena y benéfica, que puede cometer errores sin riesgo de perecer en ellos. Pero yo, que recuerdo muy bien la explicación del profesor José Luis Sampedro -«estructura es lo que dura, lo demás es coyuntura»-, sé que la errática trayectoria de nuestro actual Gobierno es estructural, indefinida y esencial, y que no puede ser de otra manera.

Acepten, pues, cuanto antes, esta temible conclusión. Porque, aunque no arregla nada, ni genera esperanzas de cambio, puede evitarnos la tortura que se deriva del intento de comprender, por separado, cada error, cada banalidad, cada contradicción o cada disparate. Con esta clave, en vez de ser diariamente golpeados por la irracionalidad y el chalaneo, lograríamos instalarnos en una resignada contradicción, y haríamos compatible nuestra felicidad con un Gobierno especializado en la gestión de la ingobernabilidad. Porque, vistas las cosas así, pueden tener cierta gracia, y servir de lecciones para la práctica democrática.