Homeland fue un terremoto en el 2011. La historia de un marine retornado tras un largo cautiverio a manos de los yihadistas y su relación con una agente muy especial de la CIA, arrasaron. Conquistaron a crítica y público. Durante tres temporadas estuvimos pendientes de saber si Brody era un agente doble o triple o un traidor. Y de si Carrie era capaz de superar su trastorno bipolar. Hasta que llegó un clímax. Un punto y aparte.
Parecía que la serie no tenía futuro, pero no fue así. Llegó la cuarta temporada. Y supuso una revolución. Para mejor. Demostró que una ficción, un entretenimiento, puede llegar a ayudarnos a entender nuestra realidad. Lo ha puesto de manifiesto la fulgurante caída de Kabul a manos de los talibanes. El éxito de las milicias fundamentalistas y el papel de la inteligencia pakistaní en la región fueron anticipados en la cuarta temporada. El espionaje ruso en Europa y el difícil escenario en oriente con el ascenso del Estado Islámico y la guerra civil siria, en la quinta. La sexta relata cómo la desinformación puede socavar una democracia como la estadounidense. La serie terminó en el 2020. Con el foco puesto en Afganistán. Y con escenas que parecen proféticas y frases lapidarias como «si retiramos nuestras fuerzas, Kabul caerá en un plazo de seis semanas».