Tristura en la fiesta nacional

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Chema Moya

13 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasamos el día de la Fiesta Nacional de España como suele ser habitual: con un fondo de amargura, porque sabemos que no es la fiesta de todo este país o, al menos, hay mucha gente que no quiere que sea su fiesta nacional. Ayer, en el escenario del desfile militar se repetía lo mismo que se hizo costumbre con Zapatero y en el tiempo que Pedro Sánchez lleva en La Moncloa: una cacofonía de abucheos y gritos de dimisión.

La España del rechazo actúa de ritual, pero muestra la profunda división de este tiempo. Quienes vitorean al rey Felipe VI o aclaman a Isabel Díaz Ayuso no toleran al actual Gobierno. Y, como se supone que son madrileños y madrileñas, parece que abuchear al jefe del Ejecutivo es defensa de su ciudad frente al poder que, a juicio del PP, fomenta el odio a Madrid. Se junta todo, la ideología, la gobernación y ahora, la descentralización de sabe Dios qué instituciones. Si a alguien le interesa la opinión de este cronista, este cronista rechaza estas expresiones de rencor. A los gobernantes y a los partidos se los repudia en las urnas, no en el griterío previo a un desfile militar.

Pero este año hubo algo peor, no visible en el Paseo de la Castellana de Madrid ni en el Palacio Real. Se puede decir que el 12 de octubre del 2021 ha sido la fecha en que hemos perdido, no sé si definitivamente, el concepto de hispanidad. Hace 35 años que este día dejó de llamarse así, pero nunca habíamos visto un clima tan adverso, con varios países iberoamericanos, encabezados por México, metidos en un ajuste de cuentas por la conquista; con Estados Unidos, que deja de celebrar el Día de Colón y celebra con oportunismo el Día de los Pueblos Indígenas y con multitud de estatuas de Colón y de misioneros españoles derribadas con furia. Medio milenio después del descubrimiento comienza una revisión de la historia dañina para nuestros intereses y dolorosa por venir de quien viene.

Con los datos de hoy, es posible que superemos esta fase de críticas, pero lo más probable es que vayamos a peor. Veamos: los últimos años, el 12 de octubre nos entreteníamos en detalles interiores. Interesantes, pero interiores. Por ejemplo, en la ausencia de independentistas en el Palacio Real o cuántos funcionarios trabajaban en Cataluña como gesto de insumisión. En la del 2021, las críticas, las autocríticas y el revisionismo tienen dimensión supranacional con todos los ingredientes de mortificación: la leyenda negra, las exigencias de pedir perdón y la mezcla de conceptos grandiosos como evangelización y explosivos como genocidio.

La víctima, como digo, la idea de hispanidad, que empieza a sonar arcaica e incluso facha, qué desastre de memoria histórica. Es como si hubiese una conspiración internacional para borrar a España de los países que hacen nada la consideraban «madre patria». De ahí la sensación de tristura que dejó ayer la Fiesta Nacional.