Mientras el espacio político a la derecha de la derecha, llámese nacional-populismo, posfascismo o extrema derecha 2.0, se consolida en Europa (véase la sorprendente irrupción del ultra Zemmour en Francia o el asentamiento de Vox como tercer partido), la izquierda de la izquierda, la que está más allá de la socialdemocracia, se sume en el desconcierto. Un ejemplo paradigmático es lo que ha sucedido en Andalucía. Como en La vida de Brian de los geniales Monty Python, se ha dividido en formaciones que se asemejan a las que componían en la película la oposición a los romanos, el Frente Judaico Popular, el Frente Popular de Judea, el Frente del Pueblo Judaico y Frente Popular del Pueblo Judaico. Esto sucede al tiempo que Yolanda Díaz apuesta por un proyecto transversal, que no se limite a ser la izquierda del PSOE. Nada nuevo, retoma lo que viene defendiendo desde hace tiempo Íñigo Errejón y que incluso abrazó en su día Pablo Iglesias, cuando dijo que «el juego de izquierda y derecha es de trileros». El objetivo es convertirse, mutatis mutandi, en un partido atrápalotodo (catch-all party), que diluye la carga ideológica para lograr votos. Díaz cuenta como aval su gestión al frente del Ministerio de Trabajo, donde ha mostrado su perfil dialogante y pragmático. Pero, ¿hace falta disimular que se es de izquierdas, en su caso comunista, para ganar votos? ¿Es creíble? En realidad, es una estrategia para pescar en el electorado socialista. Finalmente, me permito recomendar a la izquierda desconcertada ¿La rebeldía se volvió de derechas? (Clave intelectual), un libro en el que Pablo Stefanoni explica por qué el progresismo está perdiendo la iniciativa en la «batalla cultural» frente al populismo de extrema derecha.