La dirección del PP, contra el PP

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Eduardo Parra | Europa Press

18 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevo mucho tiempo estudiando los partidos, sobre los que he publicado varios libros y multitud de artículos profesionales y de prensa. Y si algo he aprendido en estos años de continua reflexión es que no hay enemigos más dañinos para la estabilidad de las organizaciones partidistas que los que surgen en su interior. Se dice que no hay peor cuña que la de la propia madera y que no hay enemigo más vengativo que un compañero de partido. Y es verdad.

Los ejemplos son interminables: de la guerra de guerrillas de UCD en la España de la Transición, que arrasó el partido en cinco años, al conflicto entre facciones del Partido Laborista inglés, origen de su incapacidad para ganar las elecciones durante casi veinte años (de 1979 a 1997), pasando por las peleas en el interior de la mayoría de los partidos italianos, después de la crisis de Mani pulite (Manos limpias), que encendió en la mayoría de ellos una guerra fratricida, cuyo estallido mantiene aún al país en una fase de casi permanente desgobierno.

La gran victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid abrió la posibilidad de que el PP saliera del rincón en que lo había metido una coalición de fuerzas convencida de estar del lado bueno de la historia. Y ello con un discurso que plantaba cara sin complejos a la insufrible pretensión de superioridad moral de una izquierda que, entregada desde hace tiempo al más nocivo de los populismos (el de los independentistas: golpistas o exterroristas), vive hundida en lo que el brillante ensayista Félix Ovejero ha llamado con razón una verdadera «deriva reaccionaria».

Pero esa victoria de Ayuso, fruto de su claridad -entre cheli, ingenua y tosca- y no del cálculo estratégico que conduce a la parálisis, encendió de inmediato en la sede de Génova todas las alarmas. En las elecciones madrileñas -pensaron de inmediato en la dirección del PP- no solo había nacido la nueva presidenta de la comunidad, sino una estrella emergente que había que apagar a cualquier precio, aunque fuera, paradójicamente, al de organizar un incendio en el partido.

Y, al parecer, en eso estamos. Cuando España necesita más que nunca un relevo en el Gobierno que impida la catástrofe de que nuestro país y su régimen constitucional sigan siendo mangoneados a placer por los que tienen como principal objetivo destruirlos (todos los aliados de un PSOE que, a quienes lo apoyamos durante años, nos resulta ya irreconocible), Casado y el insólito secretario general de su partido, Teodoro García Egea, han decidido que lo más importante es seguir al mando del PP. Sí, aunque sea al precio de retrasar sine die una victoria electoral.

La venganza final contra Ayuso -¡la apertura de un expediente informativo!- pone de relieve que la lucha contra ella es mucho más que un esperpento delirante. Es la piedra de toque de una alternancia que se aleja a medida que el dúo dirigente de la fuerza que debía ser la alternativa al Gobierno trata de asegurarse sus posiciones internas de poder.