A Santiago Rey Fernández-Latorre le gusta decir que nació sobre una imprenta, quizá sobre una de las dos preciosas Marinoni que se conservan en el Museo, único en su género, que, andando el tiempo, él mismo habría de fundar. Esa entrañable exageración se entiende fácilmente en lo que es si uno imagina al niño que fue el hoy editor del primer periódico gallego deambulando por la sede de La Voz de Galicia en Puerta Real, entre linotipias, chibaletes, cajetines de tipos, papel y tinta, olor que identifica, según le he oído contar frecuentemente, su infancia y primera juventud.
Porque Santiago Rey, que convirtió el periódico local que su abuelo había fundado en la cuarta cabecera de las que se editan en España, ha dedicado su vida a La Voz y, a través suyo, a servir, sin reparar en sacrificios, a Galicia en particular y a España en general. Después de sesenta años trabajando sin desmayo en un diario identificado plenamente con su nombre, La Voz de Galicia y su editor son ya parte esencial de nuestra historia durante la segunda mitad del siglo XX y lo que ha transcurrido del siglo XXI. Eso es, sin duda, lo que ha querido reconocer el rey de España al otorgarle la Gran Cruz de Isabel la Católica al presidente de La Voz, que el martes aprobó el Consejo de Ministros. Una sobresaliente distinción con la que se premia a quien, como muy pocos, se había hecho acreedor de tal honor.
Desde 1975, cuando comenzó el proceso de recuperación de nuestra democracia, La Voz, bajo la orientación de su editor y sus diferentes equipos directivos, ha sido siempre fiel al decálogo que fijó su fundador, en el que se incluía, entre otros, el empeño en defender «una nación soberana en la dirección de sus destinos».
Por eso el compromiso de La Voz, y el de todos los que desde 1882 han tenido la fortuna de trabajar en él (directores, redactores, impresores) o colaborar en sus páginas, ha estado siempre del lado de la libertad en su sentido más profundo. La Voz apoyó sin fisuras la Transición, la Constitución, la autonomía de Galicia, la monarquía parlamentaria y la convivencia en paz y libertad. Y lo hizo entonces, como lo sigue haciendo hoy, a través de un periodismo serio y responsable, de calidad, respetuoso con la pluralidad ideológica y política y comprometido con el avance y la cohesión económica y social.
La concesión real a Santiago Rey de la Gran Cruz de Isabel la Católica, en feliz coincidencia con el 140 aniversario del diario que él ha convertido en lo que es hoy, premia al hombre que a partir de ahora va a formar parte de un grupo privilegiado, donde figuran personalidades de la categoría de Plácido Domingo, Carlos Fuentes, Kofi Annan, Giorgio Napolitano o Geoffrey Parker. Pero premia, también, a la empresa que ese hombre ha elevado al lugar que ocupa ahora, tan importante para la buena marcha de España desde hace casi un siglo y medio. Por eso, en nombre de todos los que hoy formamos parte de La Voz, me permito dar al tan justamente condecorado: ¡Nuestra más sincera enhorabuena!