Mucho ha dado que hablar el soplamocos que le soltó Will Smith a Chris Rock, el presentador de la gala de los Óscar. No me gustan las ceremonias del cine tan melifluas, ñoñas, cansinas y cada vez menos relevantes, que han cristalizado en un formato totalmente previsible donde no puede faltar el cómico de turno con la obligación de hacer gracia y una constante actitud histriónica. Y digo cómico porque, a diferencia del humorista, el espectáculo de los cómicos es literal y carece de ironía. La ironía es la ternura de la inteligencia (Umbral dixit).
La evolución del cerebro humano pasó por varias fases, una reptiliana, otra de mamífero y finalmente a Sapiens, con lenguaje y capacidad de pensamiento reflexivo. Las emociones están registradas en la parte mamífera del cerebro y son previas al pensamiento; gracias a ellas pudimos sobrevivir en aquel mundo sin razones, donde el miedo, la ira, la atracción o el asco guiaron nuestros actos, consiguiendo sobrevivir sin poder pensar. Ahí quedaron grabadas para siempre y el cerebro humano solo puede controlarlas con el razonamiento y la educación.
Emoción viene del latín e-movere, que quiere decir «empujar hacia algo». Oímos un estruendo y saltamos antes de saber el motivo, nos sentimos atraídos por algo antes de saber porqué y atacamos en un momento imprevisible cuando se dispara la ira.
Fue la ira la que hizo saltar a Will Smith de la silla y atacar al cómico, una ira cargada con una narrativa previa en la que el payasete se había beneficiado a su mujer y, aunque consintiéndolo desde la razón, la emoción le seguía empujando a darle un sopapo. El comentario impertinente y carente de ironía del presentador avivó la ira y desató la agresividad automáticamente. Nada de machismos protectores de la debilidad femenina, ni humillación a la mujer por no dejarla defenderse solita. Solo fisiología humana, emociones que provocan conductas sin razonar, razones que se ven claras cuando llega la hora de pedir disculpas o aplicar el atenuante de trastorno mental transitorio.
Explicado el mecanismo emocional carente de ideología pero cargado de ofensa que provocó el galletazo, cumple posicionarse con la misma cautela con que uno se afilia a la tortilla con cebolla o al roscón sin frutas escarchadas.
Comprendo a Will Smith y lo absuelvo de toda maldad, el cómico no tenía gracia, la mujer alentó con una mueca de silencio la necesidad del desagravio y Penélope Cruz y Javier Bardem aplaudían si saber porqué.
Will Smith demostró ser muy humano y muy valiente, la mayoría de los emocionados intensamente por el mismo motivo no hubieran pasado de mandarle una ráfaga de tuits poniéndole podre.
Con lo elegante y atractiva que es la seriedad.