Derribar una estatua para alzar un mensaje

Yashmina Shawki
yashmina shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

02 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando la mañana del 9 de abril del 2003, Kadhim Sharif al-Jabouri salió, mazo en mano, de su taller de motos y se dirigió a la estatua de bronce de más de doce metros de altura que presidía la emblemática plaza de Firdaws (paraíso en árabe) de Bagdad, no podía imaginarse que sus esfuerzos por derribarla iban a quedar inmortalizados para la posteridad en todos los medios internacionales. Hacía veinte días que la coalición internacional había invadido Irak, provocando la caída del régimen dictatorial de Sadam Huseín y del partido Baaz que habían regido los destinos del país desde 1968. Kadhim había sufrido once años de cárcel y algunos de sus parientes habían sido asesinados por pertenecer al proscrito partido comunista o al partido islamista de Al Dawa. Tenía motivos sobrados para desear la caída del régimen y de su simbología, pero, a pesar de ser un campeón de halterofilia, la enorme estatua se resistió a sus intentos. La proverbial aparición de un batallón norteamericano sería decisiva para lograr su objetivo y las imágenes se difundieron ampliamente como muestra de la satisfacción de los iraquíes por la eliminación del tirano.

 Diecinueve años después, otra enorme estatua de bronce, esta vez en la capital ucraniana, ha sido derribada, bajo la atenta mirada del alcalde de la ciudad, Vitali Klitschko, y algunas decenas de ciudadanos. La estatua de más de ocho metros de altura, con un trabajador ucraniano y otro ruso sujetando una insignia soviética, estaba ubicada bajo un gigantesco arco de titanio, y representaba la amistad entre los dos pueblos. Esta estatua erigida en 1982 era objeto de gran contestación desde la invasión de Crimea del 2014 por su carácter conmemorativo de las décadas de opresión soviética. Tras la invasión rusa, su derribo no solo responde al clamor popular sino que es la consecuencia natural del desprecio que los ucranianos sienten hacia su tiránico vecino de Oriente.

Y es que esta guerra, no solo se libra en las calles de las castigadas ciudades ucranianas y en el frente del Dombás, sino también en los medios, y tanto las imágenes como los símbolos refuerzan el mensaje del irreductible rechazo a una nueva opresión rusa.