El «rincón de piedras y arenas calcinadas por el sol», como describía un artículo de La Voz a Catar a finales de los años 50, se había convertido de la noche a la mañana en escenario de mágicas historias orientales con jeques que, lo mismo que ahora nos sirven un Mundial de fútbol en vísperas de la Navidad, en verano se llevaban toda su corte a Suiza para dormir al fresco. Pero no todo eran días de jengibre y rosas: a uno de ellos le birlaron el trono mientras cazaba en Irán, a otro lo echaron por manirroto.
Jesus Flores