La vida moderna es compleja y agitada. Perplejos frente a la multitud de decisiones que hay que tomar cada día, a veces es preferible ser un monje tibetano, con túnica, sandalias y cabeza rapada. Barrer el templo, pedir limosna. Flotar en un mundo sencillo y benevolente, libres del estrés y la ansiedad.
Tal vez, nuestro Himalaya está más cerca de lo que creemos. Como el monje que vive bajo un sistema de principios, nosotros también podemos usar uno para vivir mejor en este mundo frenético. Un sistema que nos ayude a convertirnos en la persona que deseamos ser, personal y profesionalmente. Que nos guíe en la toma de decisiones, nos enseñe a autorregularnos, a navegar la incertidumbre y a mantenernos centrados en lo esencial: vivir la vida que queremos.
¿Cómo construir este sistema? Las ciencias del bienestar nos ofrecen estrategias y técnicas probadas para diseñarlo. Veamos cómo luciría en su expresión más simple.
Paso 1: ¿Qué vida quiero? Aquí nos conectamos con nuestros verdaderos deseos y las cosas que queremos cambiar. Podría ser un trabajo que no nos gusta, el estrés, una forma de ser, la pareja, etcétera. Establecemos objetivos de mejora en todos los planos, imaginando cómo sería esa vida en términos de salud, desarrollo espiritual, trabajo, relaciones, aprendizaje y hasta carácter, entre otras cosas.
Paso 2: ¿Con qué recursos cuento? Analizamos nuestra realidad. Identificamos los recursos internos que tenemos para alcanzar las metas. ¿Qué fortalezas, talentos y virtudes de carácter tengo y puedo desarrollar aún más para crear esa vida? La ciencia ha demostrado que enfocándonos en lo que nos gusta, habrá más probabilidades de éxito y, además, compensamos las carencias.
Paso 3: ¿Cómo hacer realidad la vida que quiero? El plan de acción: se trata de crear los hábitos y rutinas adecuados para alcanzar las metas. Si deseamos una vida más saludable, cambiaremos los hábitos del sueño, alimentación y ejercicio. Con técnicas adecuadas podemos desarrollar la disciplina, la perseverancia y el optimismo necesarios para mantenernos motivados y elevar nuestra tolerancia a la frustración.
Vivir la vida que queremos implica construir hábitos orientados en esa dirección. Con convicción, esfuerzo y perseverancia. Debemos generar inercia y esto se logra con trabajo duro.