Liz Truss, una granada humana

César Casal González
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OPINIÓN

TOLGA AKMEN | EFE

20 oct 2022 . Actualizado a las 14:52 h.

Así le llaman a la nueva primera ministra del Reino Unido: la granada humana. También es conocida como el rottweiler. No son calificativos amistosos. Ella no es muy amistosa. No es una oradora espléndida como Boris. Ni le sobra el carisma. Pero es dura como un muro. Difícil de doblegar. Muy ambiciosa (quién no lo es en política), tiene por delante una tarea casi imposible. Para subrayar su piel de acero, durante la campaña se vistió cuspidiña a la dama de hierro. Liz Truss quiere ser la nueva Margaret Thatcher. Emuló hasta la famosa foto subida a un tanque.

Pero esta mujer que se presenta ahora de cemento armado tiene un pasado mucho más dúctil. Ella dirá que siempre ha sido pragmática, que es como los políticos veletas le llaman a cambiar de opinión cada vez que hace falta. Liz Truss es una política típica del siglo XXI. Todo vale. No le tomen la palabra, porque la puede cambiar para seguir en el poder. ¿Les suena? Otro político líquido para este siglo XXI instantáneo.

Nacida el 26 de julio de 1975 en Oxford, esta leona es leo del Zodíaco. Hija de un profesor universitario de matemáticas y de una enfermera, ambos muy a la izquierda del laborismo, como los ha definido la propia Liz. La conversión a conservadora la lleva peor el padre que la madre. El primero no quiere saber nada de la carrera política de su hija. La madre, que la llevó de pequeña a marchas a favor del desarme nuclear, sí la arropó cuando se presentó a diputada torie por primera vez.

Lo mejor de Liz Truss es su facilidad para abrazar credos y renegar de ellos. Estudió en el Merton College de Oxford, después de pasar por la escuela pública. Vivió en Escocia y en Canadá. A los diez años quería ser política. Y a los 18 años en Oxford, mientras estudiaba Filosofía, Política y Economía, ya le confesó a sus amigos que lo que quería era ser primera ministra. Acertó.

En la universidad abrazó el partido rival de la derecha. Se hizo liberal demócrata. Más tarde, tras empezar a trabajar en la Shell, se pasó al Partido Conservador, que ya no abandonaría. No consiguió ser diputada a la primera, sí concejal. Logró su escaño a la segunda y empezó una carrera ascendente: subsecretaria, secretaria y ministra, en gabinetes de Theresa May y Boris.

El salto de los liberales a los tories no fue el más espectacular. Liz Truss cuando era liberal se declaró republicana en el Reino Unido. Ahora dice que entiende que la institución es clave para los ingleses. Isabel II es la que bendecirá su Gobierno.

También llegó a formar un grupo, que se llamaba Inglaterra fuerte en Europa, para luchar contra el brexit. Más tarde, como todos los conversos, ha sido más brexitera que Boris. Ha dicho que bajará los impuestos y tal y como está la economía veremos si no termina por subirlos. Lo suyo no es ser popular, como Boris. Gracia, la justa. Su carrera se vio agitada por las informaciones del corazón. Reconoció que compaginó su matrimonio con un romance durante año y medio con un compañero diputado. Su marido, contable, dos hijas en común, se lo perdonó. Tiene dos años para girarlo todo en la peor situación posible. Veremos si es capaz. Parece que por lo menos no tiene, como Boris, la cabeza como las maracas de Machín.