España, la rebelión de los ninguneados

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

FILIP SINGER | EFE

20 sep 2022 . Actualizado a las 10:07 h.

Los periodistas somos especialistas en entierros, no solo en el de Isabel II. Hay un dicho sobre que un periódico es donde te enteras de que murió fulanito, que no sabías ni que había vivido. Somos tan enterradores que también nos encanta disparar antes de tiempo en los pronósticos deportivos.

Esta vez, con la selección de baloncesto, era casi lógico ser ave de mal agüero. Parecía que terminaba una época fabulosa y que tocaba cuando menos sufrir. No ganábamos ni los amistosos, ni las fases eliminatorias con esos países nuevos que semejan salidos de un cómic de Tintín. Era fácil ser presagiador de desgracias. Como mucho, octavos de final. Pero la vida es sobre todo poesía. Y surgió la poesía: la rebelión de los ninguneados. Cierto es que los monstruos de la NBA fueron cayendo en manos de otros. Alemania tumbó a Grecia. Italia a Serbia. Polonia despidió a la Eslovenia de Doncic. Pero esa escabechina no ensombrece el triunfo de nuestros humildes Hernangómez o del pelirrojo Alberto Díaz. No. Nosotros también fusilamos favoritos. Adiós a la Lituania de Sabonis. Nos cargamos a la sorpresiva Finlandia. Tumbamos a Alemania en su casa. Y así hasta el milagro final: apalizamos a Francia.

El oro se ganó sobrados, con una paliza de nuestro ejército de presuntos desconocidos. Estuvo genial Scariolo metiendo presión a los árbitros en el momento justo cuando se equivocaron con el balón que tocó aro. Pero ni siquiera hacía falta ese nervio. España fue muy superior y se convierte en la selección con más oros europeos, cuatro, si quitamos del palmarés los 14 títulos de la Unión Soviética y los 8 de Yugoslavia, de otro siglo, de otras épocas de imperios.

Sí, señor: pura poesía. Hay un libro precioso de Derek Walcott que se titula precisamente La abundancia y que habla de la abundancia de las pequeñas cosas. El juego de equipo de la vida. La sonrisa en grupo. Lo bonito de la victoria de España es que es el triunfo de la solidaridad, del colectivo, de una redacción entera empeñada en resumir un día en una web y un periódico.

Dice Derek Walcott que hay que respetar hasta a las hormigas, como a Jaime Fernández, a Garuba, a Lorenzo Brown. Esa labor egipcia de hormigas que hicieron los muchachos moviendo el balón como terrones de azúcar. Así los egipcios levantaron pirámides y nosotros títulos. «La hilera de hormigas me conmueve; contemplo su laboriosidad y son gigantes», pinta el poeta. Igual que la España de Scariolo.