Tiempo de castañas

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

ANA GARCIA

08 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada mes de octubre escribo una cenefa de palabras que pinto de ocres y amarillos, de magentas y morados, a la vez que perfilo un marco del color del oro viejo que inunda en estos días todos los caminos del país, para saludar, como se debe, al joven otoño.

El verano se ha ido perezoso por un resquicio que quedó abierto en el horizonte. Fue su último acorde, la última nota de la sinfonía amable de un estío que dio paso a la nueva estación, la que trae el viejo carro de las lluvias envuelto en la melancolía de los meses de octubre. Y ya es tiempo de castañas, el fruto viril y lanza del árbol señero de los gallegos, que junto con el carballo, con el roble, pone el santo y la seña a nuestro paisaje.

Fue la castaña en la Edad Media quien combatió las hambres antes de la llegada de la patata, la humilde castaña es un producto netamente gallego, con una producción anual de veinte millones de kilos en una superficie que ocupa cincuenta mil hectáreas.

Existe un plan ambicioso para recuperar los soutos perdidos, para que el castaño vuelva a ser el amo y señor del bosque gallego. Mientras tanto, los erizos, el envoltorio de las castañas, con su capa de púas festonea indolente los senderos del otoño, y la lluvia pone charol en la piel mojada de nuestro familiar fruto, destinado a ser asado o cocido para tomarlo en una tarde de fríos primerizos, en un tazón de leche humeante.

Pronto la tradición campesina celebrará las fiestas rituales de los magostos. A la vez que en otros lugares, el afrancesado marrón glasé hace las delicias de quienes convierten en un caprichoso postre confitado y glaseado, el fruto primero de los castaños.

Tiempo de soles marchitos, de lluvias traicioneras, de tardes que esquivan la pereza de las horas y anticipan las tenues sombras de la noche. Saludo al otoño que nace con los postreros días de septiembre y se instala ufano con la llegada de octubre cuando en el país se cierra la romería interminable con el San Froilán lucense y mis añoradas fiestas de «as San Lucas» mindonienses. Después vendrán los fríos preludiando el invierno, y un aire de tristeza se quedará en el aire hasta que vuelvan a crecer los días. Pero ahora es, en esta parte del mundo, tiempo de castañas.