De cómo llevar un país al caos

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

22 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La dimisión de Liz Truss es una muestra del caos, la inestabilidad y el desprestigio internacional en los que se ha sumido el Reino Unido; y del desmoronamiento del Partido Conservador, responsable de la situación. Una lección de cómo gobernantes incompetentes y soberbios pueden llevar a un gran país al borde del abismo. Es cierto que llegar al grado de ineptitud y amateurismo que ha demostrado Truss en solo un mes y medio es casi imposible. Pero otros primeros ministros han sido aún más dañinos.

Hay que remontarse al día en el que al primer ministro tory David Cameron se le ocurrió la «brillante» idea de proponer un referendo sobre la salida de su país de la Unión Europea, pese a que estaba en contra. Creía que iba a repetir con éxito la jugada de la consulta sobre la independencia de Escocia del 2014, que se saldó con un no. Pero los referendos los carga el diablo.

Tras una campaña marcada por las fake news, la demagogia y las promesas falsas que dibujaban un futuro país de las maravillas, la mayoría de los británicos optaron por el brexit en el 2016 y Cameron dimitió. Su legado fue catastrófico. Una vez aprobada la ruptura con la UE y del lamentable e insulso mandato de Theresa May, el terreno estaba abonado para que arrasara en las urnas un populista de libro como Boris Johnson. Su desprecio por las normas, y los excesos y escándalos le obligaron a renunciar.

Y llegó Truss con el anuncio de un descabellado plan de bajada generalizada de impuestos por valor de 45.000 millones de libras, que incluía un descenso sustancial para los más ricos, en un momento en el que la crisis energética y la inflación galopante están haciendo estragos en la economía de los ciudadanos de a pie. (Un plan, por cierto, acogido con entusiasmo por Díaz Ayuso y similar en algunos aspectos al que defiende Núñez Feijoo).

La nueva primera ministra, famosa por ser una chaquetera política, quiso aplicar las fórmulas neoliberales de Margaret Thatcher a un país totalmente diferente que está pagando las consecuencias derivadas de la invasión rusa de Ucrania, agravadas por el fracaso estrepitoso del brexit. Un disparate que causó pánico en los mercados y hundió la libra esterlina.

¿Qué pasará ahora? Lo más democrático serían unas elecciones anticipadas para que hablaran los británicos, pero los conservadores no quieren ni oír hablar de ello, porque las encuestas les presagian un merecido desastre histórico. Volverán a la casilla de salida para elegir un nuevo primer ministro no votado en las urnas; y con el precedente de Truss hay que estar preparados para lo peor. Incluso no se descarta que Johnson vuelva a ser ungido primer ministro. Apenas 100.000 afiliados decidirán quién debe regir los destinos de 67 millones de ciudadanos, algo inaudito y chocante en la cuna de la democracia parlamentaria. El peligro es que, como ha sucedido en otros países, el hundimiento del Partido Conservador y la crisis profunda que ha provocado hagan surgir una fuerza populista de ultraderecha poderosa. Lo que va mal siempre puede empeorar.