Momentos que son mementos

Manuel Mandianes AL DÍA

OPINIÓN

María José López | EUROPAPRESS

03 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La sociedad occidental no sabe qué hacer con sus muertos. Los niños y los jóvenes solo conocen la muerte de las pantallas. Las prácticas y los ritos tradicionales con motivo de la muerte se asentaban en la creencia en Dios y en la inmortalidad del alma. Los estímulos recibidos, a pesar de que los años de vida se han alargado tanto, los deseos de hacer cosas y los proyectos debidos a las condiciones de vida, fomentados durante tantos años, han crecido de manera exponencial. Con el Halloween, importado de los Estados Unidos de América, los progres están colaborando al mantenimiento y a la recuperación de una tradición europea tan vieja como el tiempo, el culto a los muertos. Gregorio IV, fundándose en las visiones del Apocalipsis, instituyó la fiesta de Todos los Santos, para celebrar y honrar a los santos, y la de los Fieles Difuntos para socorrer con las buenas obras y oraciones a los muertos que aún están purificando su alma en el purgatorio, para que, cuanto antes, puedan gozar en el cielo de la visión beatífica que será el objeto de su felicidad eterna. En realidad, se trata de la cristianización del Samaín celta, celebración en memoria de los antepasados

La vida son momentos entre el nacimiento y la muerte. La muerte reaviva, por la ausencia del amigo, la amistad. La muerte de los seres queridos se convierte en un momento, un memento, de la vida de los vivos. A muchos, solo ahora se les puede contar en silencio vivencias que la lengua no puede ni sabe decir. El duelo es entre nosotros una ofrenda. Con los muertos nos ejercitamos en el silencio porque lo desconocido y lo ilimitado es indecible. La muerte revela la vida que con ella acaba. Aquellos que se llevaron con ellos nuestros paisajes y sus sueños y, con un abrigo de pino, reposan ya bajo tierra, ahora nos son más cercanos e íntimos que cuando estaban entre nosotros. La muerte hace nuevo lo viejo y próximo lo lejano, vence las resistencias, deriva los muros, nos vuelve un poco a la niñez, convierte el tiempo en eterno reposo, nos abre el corazón, nos deja libres como la piedra en caída e inutiliza la belleza.