
La muerte Kirstie Alley ha sacado del baúl de los recuerdos ochenteros los fotogramas descoloridos de Cheers, aquella comedia que derribó para los espectadores españoles el mito de que la cultura de bar y el hábito de formar una segunda familia en torno a una barra y una cerveza era patrimonio exclusivo del carácter ibérico. Kirstie Alley construyó su papel cómico más memorable en uno de esos locales donde todo el mundo conoce tu nombre y se alegra siempre de tu llegada, como decía su icónica sintonía. Aterrizó en la serie en mitad de la partida, cuando la actriz Shelley Long dejó de interpretar a Diana, aquella camarera con la que Sam Malone desempeñaba el rol de un conquistador que hoy se vería rancio y trasnochado. Faltaba una chica guapa que hiciera de oponente del protagonista y ella entró por la puerta para ser su jefa como nueva gerente del local, un puesto poco frecuente para una mujer en aquellos años y un papel con el que ganó el Emmy y el Globo de Oro.
Cheers fue una de las mejores comedias de todos los tiempos y una de las primeras que sacaron partido a los vaivenes que suceden día a día en un lugar de trabajo. Hizo de ello materia de ficción, como muchos años después haría The Office. Los conflictos y los sueños que confluían en aquel viejo bar de Boston podrían ser los de cualquier oficina.