
Apenas mes y medio después del magno acto en Compostela de reivindicación del corredor atlántico por parte de los presidentes de Galicia, Castilla y León y Asturias para reforzar su alianza estratégica del 2017 para su incorporación a los corredores europeos de transporte de mercancías, con reboda en Gijón hace una semana, asistimos a un nuevo encuentro en Vitoria. En este caso, de los presidentes de Asturias, Galicia y Cantabria, además del País Vasco.
Pudiera sorprender esta duplicación de foros con objetivos comunes, sobre todo porque a este encuentro en Vitoria no ha acudido Castilla y León, área de confluencia de las redes gallegas y asturianas, e incluso cántabra y portuguesa. Por más que se puedan entender las estrategias explicitadas por ambos foros, e incluso que una pudiera englobarse en la otra. El grupo de Santiago, resuelto el AVE en Galicia y Castilla y León, considera que la apuesta de la Comisión Europea por las mercancías es coincidente con modernizar la red ferroviaria convencional, muy abandonada. La estrategia del grupo de Vitoria deriva de la necesidad de cumplir los plazos para el corredor atlántico. Un corredor que alcanza todo su sentido en la conexión a través de Francia con Europa y que es una de las grandes preocupaciones de la reunión de Vitoria, una vez conocido que el Gobierno francés ha retrasado, hasta el 2042, el trazado ferroviario de Burdeos a Dax y, sin fecha, para la conexión de Dax con Hendaya-Irún.
El arco atlántico se ha debilitado en sus posiciones ante la UE con las sucesivas ampliaciones hacia el este y la salida del Reino Unido. Si a ello se une la política francesa en redes ferroviarias, hidrógeno verde y energía, todas las economías de esos territorios se sienten preteridas y amenazadas. Unas amenazas ante las que ninguna de ellas, por si sola, podría hacer nada. Lo que ha provocado cambios de estrategia de sus gobiernos, en la que sobresale el papel —como convocante— del Gobierno vasco, tan reacio a la interacción con otras comunidades autónomas, más allá de aquellas protocolarias conferencias de presidentes, o urgentes en tiempos de pandemia. Y como resultado de ello, el impulso a una macrorregión que actúe como grupo de presión en defensa de las comunidades del arco atlántico, incluidas Navarra y Andalucía, y también Portugal, que en palabras del presidente gallego es un «buen aliado, interesante y potente, para defender la conexión con Europa». Una forma de llamar la atención ante la desidia atlántica del Gobierno de España y sus organismos y empresas públicas, y el bloqueo francés. Sorprende la ausencia de Castilla y León y su presidente en Vitoria. Porque es esta ausencia allí inexplicada la que nos hace preguntarnos si estos foros o grupos de presión, activados en tan corto tiempo, andan a Rolex o a setas. Por confiar en ellos, o no. En sus estrategias y determinación, quizás frágil.