Casa abierta

Sabela Barreiro García ARQUITECTA Y COMUNICADORA GRÁFICA

OPINIÓN

COAG

14 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En el ámbito de la arquitectura residencial, existe la necesidad de estimular el sentido comunitario y ampliar el sentido social en nuestro entorno construido. Huyendo de casas cerradas que imponen a sus habitantes el modo de habitarlas, la casa abierta busca despertar la voluntad de desarrollar y crear tu propio hábitat, convirtiéndote en co-creador y, en consecuencia, responsable del mismo.

El denominador común es la posibilidad de uso diverso y cambiante, espacios que se deben completar y transformar según las ideas o necesidades individuales y colectivas. Un sistema abierto preparado para mutar. El valor reside en lo que estos espacios permiten más que en lo que son, a través de la libertad para desarrollar otros usos. Esta experimentación despierta el sentimiento de identidad en sus habitantes ya que habitan un lugar concebido por ellos mismos.

Si las casas, como Juan Ramón Jiménez decía, no las hacen los arquitectos sino los habitantes, entonces vamos a ofrecer libertad para que cada uno desarrolle su diferencia, singularidad y diversidad pudiendo crear un entorno que responda a sus criterios y sensibilidades.

Sucederá y tendrá tantas soluciones como personas la habiten.

El modelo tradicional de familia está obsoleto. Por eso la casa abierta acoge las nuevas formas de relación (familias monoparentales, trabajo desde casa, parejas separadas, hijos cada vez más tardíos) y proporciona las herramientas básicas para transformar el hogar, abierta a evolucionar junto a la sociedad en donde nace. Esto impide establecer de antemano unos criterios fijos e inamovibles en cuanto a las necesidades de uso.

Interrelacionar los espacios de la vivienda de forma dinámica, como nuestro tiempo, permite la posibilidad de cambio y adaptación. No se usa el espacio, sino que se habita, y habitándolo una lo hace suyo generando sentimientos de apropiación y pertenencia.

Se rechaza la estructura tradicional de compartimentación de las viviendas y se opta por el espacio abierto. Favoreciendo nuevos hábitos de convivencia que la movilidad laboral, las modernas tecnologías, la aparición de tipos de vida más dinámicos no ligados a un sitio específico y los objetos de consumo de corta vida, obligan a instaurar.

Mediante la desaparición de la noción de paramento interior se generan visuales que concatenan espacios y abren el edificio hacia todas las direcciones. Una envolvente sólida que alberga un interior ligero. Un espacio abierto pero controlado.

La respuesta a estas conclusiones es generar una casa donde los núcleos húmedos sean lo único definido, y que todo lo demás se diluya y se interprete al gusto, se oculte o se le dé un nuevo valor antes ni imaginado. La distribución interior varía según la orientación, las vistas desde las estancias vivideras, las fachadas medianeras y los accesos desde el espacio común.

La casa abierta supone un conjunto de posibilidades de habitación para el mismo espacio. Como tal, solo adquiere su sentido, su razón y su valor cuando es habitada y sus usuarios interactúan con ella. Es pasar de una arquitectura que responde a otra que no solo lo hace, sino que también genera.

En resumen, se trata de proponer una nueva dirección en el desarrollo de estas escenas modernas, de manera sensible y controlada, y relacionada con el concepto de vivienda flexible, favoreciendo los encuentros, la cohesión social y teniendo en cuenta las tradiciones del lugar que ocupan.

Nuevos modos de vida variables e imprevisibles, incapaces de ser predeterminados en un proyecto arquitectónico «cerrado». Un soporte definido solo a medias, a la espera de que el usuario lo adapte a sus necesidades.