
Es innegable que la aprobación de una nueva ley de vivienda a nivel estatal era indispensable para garantizar alguno de los derechos fundamentales que todos poseemos por el mero hecho de haber nacido en este país. De la misma manera, nadie puede abstraerse de la dificultad que soporta el que dirige a la hora de tomar decisiones que afectan a tantos, con unas sensibilidades y circunstancias tan diversas. Pero al que dirige ya no solo se le obliga a que tome decisiones. También se le exige acertar. Y es ahí donde reside la dificultad. Acierta la nueva ley de vivienda en detectar y abordar el problema. No es admisible para una sociedad moderna y decente el no poder ofrecer a sus ciudadanos viviendas en condiciones razonables a precios asumibles, garantizando unos mínimos de habitabilidad que les permitan vivir con dignidad. Y eso es algo que en los últimos tiempos se ha estado poniendo en riesgo.
Analizar la génesis es largo y complejo, con factores históricos y recientes... pero analicemos las conclusiones ya conocidas de la nueva ley:
1. Acierta la ley de vivienda en detectar zonas tensionadas. No todo vale para todos los lugares y las principales ciudades y núcleos de población son los que están sufriendo en primera línea esta problemática.
2. Acierta la nueva ley en incentivar fiscalmente a los propietarios para atraer viviendas cerradas a un mercado tan necesitado como el alquiler de larga duración. De la misma manera, acierta al penalizar, a diferentes niveles, las viviendas sin actividad; diferenciando, eso sí, al particular que decide —en todo su derecho— tener su vivienda parada por la razón que considere, del fondo de inversión que decide tener su paquete de cientos de viviendas sin actividad para así interferir en el mercado general para sus intereses particulares.
3. Acierta al apostar por inyectar al mercado vivienda publica con destino al alquiler..., pero esta intención debe ser refrendada por unos hechos que en la última década no han existido y, si lo han hecho, no de la manera adecuada.
4. No acierta al no concretar la manera en la que ofrecer atractivos para los propietarios a la hora de incentivar el traslado de su vivienda al mercado del alquiler. Completar y mejorar lo que en Galicia desde la Xunta, con seguros de protección de alquiler bonificados, ayudas directas a propietarios e inquilinos y un atractivo plan de movilización, ya se está realizando, podría haber provocado un avance muy importante.
5. No acierta al no abordar en zonas tensionadas el problema común en todos esos lugares a nivel estatal: la proliferación desmesurada y sin control de las viviendas de uso turístico. Tan solo con regulación decidida y valiente se podrá recuperar el espacio común en nuestras ciudades. Las viviendas de uso turístico han provocado un vacío de oferta disponible que en muchos lugares ha convertido en una actividad imposible el encontrar vivienda en alquiler disponible, implicando una escalada de precios inasumible para la ciudadanía. Las soluciones que desde el Concello de Compostela se están tomando hubieran podido ser una perfecta referencia.
6. Y aunque en Galicia, por la tradición mercantil del sector, no afecte demasiado, claramente no acierta en la interferencia en los honorarios de los profesionales inmobiliarios. Y estas equivocaciones sonrojan por lo gruesas y alejadas de la realidad que se encuentran, además de trasladar una preocupante carencia de sentido común. Los honorarios de un profesional deben valorarse únicamente por los servicios que se prestan y por lo necesario de los mismos. Cuestionar el servicio que aporta un profesional inmobiliario a un futuro inquilino para conseguir la obtención un inmueble de alquiler, cuando la realidad indica que es poco menos que una misión imposible, y más en condiciones razonables, a precios asumibles y con todas las garantías jurídicas y documentales... Prohibir los honorarios por ese concepto se antoja absolutamente inverosímil.
Como conclusión final, hay que remitirse a lo evidente. Si todo lo citado con anterioridad consigue aportar al mercado un mayor número de oferta disponible, estaremos en la vía de solucionar el problema. Si provoca dudas, no es atractivo y se retrae, todavía más, la oferta disponible veremos el problema agravado y a una cantidad de población importante en una situación límite. El diagnóstico está hecho, la operación realizada. Expectantes estamos de la evolución del enfermo.