Ya no cuela, Vladimir, ya no cuela

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

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06 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Allá por 1999, una serie de explosiones derribaron cuatro manzanas de apartamentos en Buynaksk, Rostov y Moscú. Dejaron 293 muertos y 651 heridos. El Kremlin culpó a los separatistas y los tomó como disculpa para invadir Chechenia, después de que esta ocupara Daguestán. Nunca quedó clara la participación de terroristas en los atentados. Como tampoco en el asalto al teatro moscovita de Dubrovka, a la escuela de Beslán y otros escenarios en los que los atentados acabaron por provocar la intervención del ejército ruso. Como revancha.

Es la táctica del bravucón Vladimir Putin. Proyecta, organiza y sus servicios secretos cometen un ataque, con cientos de muertos y con el que soliviantar a la población más leal, que exige una respuesta a la altura. Y luego se erige en el salvador y en el justiciero que pasa factura. Lleva haciéndolo un cuarto de siglo. Hasta hoy se han investigado y escrito mil y una teorías, y ninguna pasa por otra participación que no sea la del matarife ruso y sus secuaces. Cierto que tampoco se esforzó nunca en desmentirlos de forma contundente.

Y ahora repite el ejercicio. Ucrania atentó contra su vida con un dron. Eso sí, por indicación de los EE.UU. porque «Washington decide y Kiev ejecuta». Y, como tantas y tantas veces, se toma la justicia vengadora y lanza ataques mortales, más todavía, contra suelo ucraniano. Es, según dice, que una «respuesta equilibrada» al dron derribado, precisamente, cuando llegaba manso y tranquilo al Kremlin.

Putin está perdiendo facultades. Lo mínimo que se le pide a un líder mundial, capaz de destruir países como quien caza moscas, matar sin reparo a cientos de miles de inocentes; a un líder que logra mantener en vilo al planeta, es un mínimo de originalidad. E ingenio. Porque si siempre utiliza la misma táctica, acaba por aburrir y por resultar muy poco, por no decir nada, creíble.

Dejando para los especialistas la posibilidad de que un dron llegase al Kremlin, de forma especial tras las medidas adoptadas recientemente para aumentar la defensa aérea rusa, lo ocurrido aumenta la tensión y coloca al mundo ante un nuevo escenario. Más preocupante. Los coros del matón piden una escalada en la guerra, matar a Zelinski y el exjefe de la agencia espacial rusa exige abiertamente el uso de armas nucleares. Y señalan a Occidente. Mientras, el agresor se arma de razón.

Nadie fuera de Rusia se cree el autoatentado, que en la estrategia militar se denomina «operación de falsa bandera». Para justificar más represión, más atrocidades, más muerte y más dolor. Pero la excusa está tan manida que ya no cuela.