En juego, el futuro de nuestros jóvenes

Carmen Rodríguez-Trelles Astruga DIRECTORA DEL IES BLANCO AMOR DE CULLEREDO

OPINIÓN

María Pedreda

12 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Están siendo momentos difíciles para los alumnos de bachillerato: se juegan su futuro profesional en la ABAU. Han trabajado duro con la ilusión de estudiar la carrera soñada, pero saben que unas décimas pueden alejarles de ella. 

Nos preguntamos si es razonable mantener esta forma de acceso a la Universidad. La realidad es que parece necesario un sistema que evite la masificación de las facultades y que salga un gran número de titulados que no van a encontrar trabajo acorde con su preparación. De hecho, en la mayor parte de Europa se recurre a pruebas similares, aunque hay algunos países, como Francia, Finlandia o Canadá, en los que no hay una prueba selectiva general y son las propias universidades las que imponen sus exámenes de ingreso. Esta fórmula les parece a muchos docentes la mejor, porque permite valorar especialmente las notas obtenidas por los alumnos en las materias propias de esos estudios.

Sea como sea, si la ABAU implica ciertos inconvenientes, sin pruebas selectivas, las cosas podrían empeorar. Supongamos que prescindimos de ellas y que los estudiantes con mejores notas de bachillerato tuvieran preferencia a la hora de elegir facultad. Nos enfrentaríamos a la tentación de algunos centros educativos de rebajar el nivel de exigencia dando calificaciones más altas, con lo que una cantidad de alumnos poco preparados accederían a estudios muy por encima de sus posibilidades, arrebatándoles la plaza a otros con más preparación.

En España, el debate se centra en si la ABAU debería ser la misma para todo el territorio nacional. Actualmente, cada comunidad autónoma diseña sus propias pruebas y es sabido que esto hace que el nivel educativo varíe entre ellas. A pesar de ello, todos los estudiantes pueden optar a una plaza en cualquier universidad del país, lo que no parece justo.

Queda una cuestión más: si bien los alumnos son capaces de terminar su bachillerato y de alcanzar incluso la excelencia académica sobreponiéndose a unas condiciones socioeconómicas poco favorables, lo cierto es que el factor económico es determinante a la hora de elegir una facultad. Un estudiante brillante podría verse abocado a renunciar a su elección de carrera simplemente porque no puede pagársela. La concesión de becas ajustadas a estas necesidades es fundamental para paliar esta desigualdad.

Finalmente, los centros educativos desempeñan un papel fundamental, a través de los departamentos de orientación, asesorando a los alumnos sobre las opciones académicas que más se aproximan a sus metas profesionales. Un fin primordial de la educación es preparar a los estudiantes para la vida adulta y profesional. Tarea complicada con jóvenes sobreprotegidos, donde las familias han dejado de ser padres y madres para convertirse en papás y mamás, a pesar de que su hijo tenga veinte años. En este ambiente, es difícil comprender al profesor exigente que se gana el respeto de sus alumnos poniéndolos en las mejores condiciones para elegir su futuro profesional, a pesar de las críticas y presiones del entorno.

La ABAU inicia el camino por el que las familias ven alejarse a sus hijos. Momento difícil para ellas, porque en el tránsito hasta aquí, muchas han perdido su propia identidad, dedicadas a ellos en cuerpo y alma. De pronto pasan de ser actores en la vida de sus hijos a ser espectadores, y se encuentran perdidas. Toca reinventarse.

Como decía el Dalai Lama: «Dale a tus seres queridos alas para volar, raíces para que regresen, y razones para quedarse».