El voto de la canícula: ¿una victoria inútil?

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

César Arxina | EUROPAPRESS

26 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El 23 de julio ha desautorizado una gran parte de las encuestas y los augurios de las derechas todas. Empezando por la participación electoral, que alcanzó un 70 % del censo, cuatro puntos más que en el 2019. El voto de la canícula, que se ha sobrepuesto a ella y a los augurios de algunos profetas desconocedores de esta España nuestra.

España nos asombra. Desde siempre con una sanidad que resiste dejaciones maltratada por sus rotatorios gestores políticos, y ahora con la eficacia de Correos —cuestionada de forma artera—, gestionando más de dos millones y medio de votos. Pendientes de la Administración de justicia y otras administraciones. Y de un extraño poder judicial bloqueado por el Partido Popular. Bloqueo que, con los intentos fallidos en el Tribunal Constitucional, son decisiones que han dinamitado más puentes entre PP y PSOE —11 de marzo, ETA y Txapote al margen—, junto con la negativa a la abstención de los populares, sus 66 escaños, en el 2019. Hechos que con los pactos del 28 de mayo entre PP y Vox, también sin ser la lista más votada, han frustrado las esperanzas de Feijoo de captar a cientos de miles de votantes socialistas que empresas demoscópicas le prometían y algunos ex altos cargos socialistas accedían a anticipar, escenificando su apoyo a Feijoo o su negación de Pedro Sánchez.

España nos asombra, pero no tanto. Luego del éxito razonable de Sumar, no ha tardado Belarra en hacerse notar con sus falsos análisis de los resultados, que no se oyeron en sus fracasos municipales y autonómicos. Nos asombra también inhabilitando a Vox para que presente mociones de censura o recursos en el Constitucional. España nos asombra, pero no tanto, al escuchar a Puigdemont inflamarse con unos escuálidos resultados independentistas. Apropiándoselos y pretendiendo lograr así la independencia de Cataluña. Con siete escaños, su república catalana en Bélgica, además de una alcaldía en Ripoll ultra y nacionalista.

Lamentablemente para Feijoo, España está muy lejos de ser los Balcanes. Porque una cosa es que nuestro sistema parlamentario sea plural, y algo muy diferente es que nuestros males deriven de esa pluralidad. Feijoo tiene el derecho a iniciar conversaciones para formar gobierno con Vox, la ultraderecha, y un PNV que se niega al igual que Coalición Canaria. Pero ese derecho no le autoriza a hablarnos de una España en proceso de balcanización.

Será presidente si la mayoría parlamentaria que logre se lo concede, y tendrá tanta legitimidad como si hubiera logrado la mayoría absoluta solo con Vox como pretendía. Un Gobierno entonces al que no debiéramos los demócratas apodar como Fakejoo, espejo de su Frankenstein. Por abandonar de una vez las prácticas trumpistas o ayusistas que nos han ido degradando estas legislaturas.

Y si no lo logra, y se conforma otra mayoría parlamentaria —«la anomalía de Feijoo»— encabezada por Pedro Sánchez, aquel del «sanchismo» a derogar, tendremos un Gobierno tan legítimo como el que dice que intenta Feijoo. Sin trampa ni cartón.