España, nación universal

 Jorge Quindimil
Jorge Quindimil PROFESOR TITULAR DE DERECHO INTERNACIONAL Y RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA.

OPINIÓN

Borja Puig de la Bellacasa / Moncloa | EFE

06 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El título de este artículo —España, nación universal— no es mío. Don Salvador de Madariaga lo utilizó hace casi noventa años, en un artículo de 1935 en el diario Ahora y fue recogido en la excelente edición Cuando estalle la paz de Isabel Cintas (Confluencias, 2020), prologada por Javier Solana. Madariaga destacaba que «el destino de España la hizo universal en la historia como lo era ya en el espíritu», convertida en «el único país del mundo que sintetiza en su alma y cuerpo a los cinco continentes».

 Su visión de la dimensión universal de España es imprescindible para defender que nuestra política exterior debería estar a la altura de nuestros valores, de nuestros intereses y de nuestro potencial internacional.

Javier Solana, sobrino de nuestro gallego universal, señala que su tío, «como liberal que era, creía que el consenso debía ser el objetivo fundamental de la generación que iba a llevar las riendas de la transición». El consenso imperó en la transición y en la política exterior de la España democrática, cuya Constitución dispone que el Estado tiene competencia exclusiva en las relaciones internacionales (artículo 149.1.3ª) y el Gobierno dirige la política exterior (artículo 97).

Los diferentes gobiernos respetaron el consenso sobre los pilares esenciales de nuestra política exterior: Europa, Iberoamérica, Estados Unidos, el Mediterráneo, el multilateralismo, el derecho internacional y los derechos humanos, entre otros. Ese consenso llevó a España a situarse, a veces de forma privilegiada, en las grandes organizaciones y cumbres internacionales.

Sin embargo, en los últimos veinte años se dinamitó el consenso en política exterior, desde Aznar con su posición en la guerra de Irak hasta Sánchez con su posición sobre el Sáhara, pasando por un Zapatero sedente ante la bandera de Estados Unidos. La voladura del consenso exterior y la balcanización interior nos debilitan internacionalmente.

En efecto, la política exterior española se desangra. Según el Informe de Presencia Global del Real Instituto Elcano (2022), «España es el país que pierde el mayor volumen de presencia global» de los 150 analizados, como consecuencia de los efectos de la pandemia y de la guerra contra Ucrania. Este índice mide la proyección exterior de los países, en clave económica, política y social, por lo que es un buen indicador de la necesidad de una mayor y mejor política exterior.

El mundo y la España del 2023 distan mucho de los del 1978 y del 1935, pero la necesidad de una política exterior sólida es mayor que nunca. El mundo en el 2023 tiene una deriva potencialmente multipolar y antiglobalizadora, con un sur global emergente que reclama la atención del mundo desarrollado para una relación más equitativa.

En este mundo, España debe ser una actriz principal, con su alma universal y su gran valor geoestratégico.

Ahora bien, abogar por la fortaleza internacional de una España débil internamente parece utópico. Pero la utopía es necesaria, porque la realidad es calamitosa.