La clase

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

José Jiménez | EFE

26 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Escuché ayer que la gente con clase resulta tan atractiva que hasta se le perdonan defectos o equivocaciones con mayor facilidad. La clase no se constriñe a una forma de vestir o de hablar o de comportarse: es una forma de ser. Y se manifiesta de muchas maneras, también en esas. Quien las imita solo intenta engañar, suplantar, parecer. Mientras que quienes tienen clase, distinción, categoría, visten, hablan y se mueven para ser lo que quieren ser, sin falsificaciones. Por eso raramente buscan el primer plano, aunque el primer plano tiende a buscarles. Su elegancia natural proviene de una elegancia interior, que asombra más por la sencillez que por la extravagancia: se visten para mirar a la cara y para que les miren a la cara. Es decir, se respetan y procuran respetar a los demás. La respetabilidad tiende a alejarse de los estirados y de los chabacanos. Se encarna en personas distinguidas, precisamente, porque consiguen que todo el mundo se sienta cómodo en su presencia, a gusto, casi a salvo. Decía de ellos Manuel Vicent, también en columna de última página, con palabras quizá algo tiznadas de pesimismo: «Son los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado». La gente con clase nunca humilla a los demás, siempre los eleva. No grita, salvo en muy contadas ocasiones, pero sabe hablar con firmeza cuando hace falta sin que necesite elevar el tono de voz. Incluso lo baja si piensa que debe reforzar su discurso. Pero nunca recurre a palabras o chistes o formas desapacibles para quienes le acompañan. Menos todavía como anfitriona o anfitrión o como superior en cualquier ámbito profesional o social. Incluso en el fútbol.