De la saudade

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

PRADERO

26 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El poeta Noriega Varela fue el que más cerca estuvo de desvelar el secreto de la saudade y dejó escrito que «Dios sabe de onde chega, Portugal di que é súa, e as brétemas que é galega».

Lo cierto es que es una patología que sufrimos periódicamente las gentes del norte, los miñotos portugueses y los gallegos sin excepción. Padecemos esa extraña enfermedad que agudiza la leve morriña, y nos acompaña toda la vida.

Se manifiesta en lejanías migratorias, es más intensa cuando nos desplazamos a vivir a Venezuela o Argentina y menos grave si nos avecindamos en algún país europeo.

Existen casos notables en el resto de las comunidades españolas, son sintomáticos los residentes más alejados de Pedrafita y del Padornelo, que experimentan una leve mejoría cuando se acercan, especialmente durante los veranos, a la tierra de nación.

Sostiene Teixeira de Pascoaes, el gran estudioso del saudosismo, que es un sentimiento portugués que no tiene traducción ni significado alguno fuera del país vecino. Yo no lo creo, porque llevo muchos años con el virus de la añoranza extrema inoculado en el centro del corazón de mis emociones.

La saudade es ciega pero, pese a todo, tiene perfectamente cartografiado el mapa de los sentimientos.

Es en el estado norteamericano de Massachusetts donde se encuentra la mayor colonia de portugueses que emigraron a América. Es allí donde se ubican las tasas mas altas de saudade.

En estos días, cuando declina agosto y se agosta el verano, cuando están a punto de concluir las vacaciones en el lugar donde nacimos, se incrementan los índices azules de la añoranza que se convierte en saudade.

Se instala en el pecho y brota en la mirada perdida en forma de lágrima. Es un alalá antiguo, un adiós ríos, adiós fontes, un poema infinito de Rosalía.

E imagino a un viejo rey destronado, un don Duarte medieval en su torre del exilio en Trás- os-Montes, que cuando perdió la memoria solo recordaba afligido una palabra: saudade.

Y pensaba que estaba escrita en un grimorio, en un libro de magia, tal vez en el más antiguo que se conoce, en el libro de las palabras perdidas que una vez encontradas fueron secretas. No podía recordar el anciano rey el Liber Aneguemis que se atribuyo a Platón.

También el sabio filosofo sintió la puñalada de la saudade cuando sufrió la nostalgia de las islas del Egeo cruzando el Helesponto.

Portugal dice que es suya y la niebla que es gallega. La saudade.