El pasado 20 de agosto, la misión rusa a la Luna fracasó estrepitosamente al estrellarse contra su superficie la primera sonda enviada por Moscú en 47 años. Por el contrario, tres días después, la nave india no tripulada Chandrayaan?3 logró posarse en el polo sur del satélite con éxito. Un hito histórico en la carrera espacial iniciada el 4 de octubre de 1957 con el lanzamiento soviético del Sputnik 1 en el marco de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS, ya que es la primera vez que una nave terrícola logra alunizar en la parte más desconocida del satélite. Pero, también, porque evidencia el imparable ascenso científico de la India desde que, en el 2008, iniciara su programa espacial.
Coincidió el lanzamiento y alunizaje con la celebración de la decimoquinta cumbre de los países integrantes del grupo BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—, la primera desde la pandemia del covid. Aunque inicialmente, y tras una larguísima reunión de 11 horas, el deseo de expandir el número de miembros de este grupo parecía muy lejano, al final de este encuentro de las 20 solicitudes formales se acordó aceptar el ingreso de seis países: Argentina, Etiopía, Irán, Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos. La dificultad de este acuerdo derivó de las grandes diferencias económicas, pero sobre todo de la diversidad de objetivos políticos y estrategias internacionales de los miembros fundadores.
Pese a la significativa ausencia de Putin, por la orden de detención internacional que pesa sobre él, a la no asistencia de Xi Jinping a la sesión inaugural —aun habiéndose desplazado a Sudáfrica— y a la difícil cohesión entre los BRICS, parece que su voluntad de actuar como contrapeso a los países de la órbita occidental ha podido más que sus diferencias. Significativo, pues, que mientras la India llega a la Luna, los BRICS cada vez se extienden más por nuestro planeta Tierra.