Los vigías del pensamiento

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Juan carlos Hidalgo | EFE

11 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucho ha cambiado el mundo desde que Marcuse y otros miembros de la Escuela de Fráncfort hablaban del pensamiento único. Entonces era la derecha —según los discípulos de Fráncfort— la que imponía un modo de pensar, un conglomerado de ideas y una sobria línea de raciocinio. Existían intelectuales que se negaban a admitirlo y decían militar en la «izquierda disidente» (Orwell), no en la oficial, aquella que consagraba el marxismo e incluso llegó a apoyar la atrocidad estalinista. Estos episodios de la historia apenas son recordados. Quedan lejos. Lo dicen los mismos que sacan a Franco en cada campaña electoral. Los mismos que han impuesto un nuevo pensamiento único: el progresismo. En España es imposible la disidencia. Porque si disientes, te borran. Sin más. Sin el mínimo pudor o escrúpulo. La policía del pensamiento de la que hablaba Orwell ha revivido en esta España en harapos, decadente y con preocupante tendencia hacia el totalitarismo ideológico. Lo escribo como lo siento. Quizá porque observo el número muy escaso, escasísimo, de escritores o intelectuales que aún palpitan con el verso de Quevedo: «No he de callar por más que con el dedo».

Me he llevado el trabajo de analizar los premios nacionales entregados por el Gobierno de España desde que Sánchez es presidente. Decenas de galardones. La inmensa mayoría concedidos a artistas que públicamente han defendido su militancia en la izquierda. Los de derechas se cuentan con los dedos de la mano. O ni se cuentan. Porque es bien sabido, o eso es lo que exuda el pensamiento único, que la gente de derechas no sabe ni pensar, ni escribir, carece de imaginación o talento. Todas esas cualidades pertenecen a la ideología que, sin ningún ocultamiento, se ha venido instalando en las entrañas de España. Comenzó Zapatero. Rajoy miró para otro lado (hasta colocó de secretario de Estado de Cultura a uno de la grey «progresista») y Sánchez remató la faena con garbo, como solo él sabe hacer: todo aquel liberal, conservador, o sospechoso de serlo será esquinado o marginado sin ningún tipo de miramiento. De ahí que ya sea común eliminar el masculino genérico y cargarse una de las esencias del lenguaje: la economía. Acabo de recibir un mensaje de un catedrático amigo. Me envía unas modificaciones del decreto de estudios de doctorado. Señala: «Las doctorandas y doctorandos, que tendrán la consideración de investigador o investigadora en formación...». En las radios, los locutores se esfuerzan en decir niños y niñas, gallegos y gallegas, todos y todas, aunque sus frases se alarguen tediosamente. Han acampado en el cerebro de la mayoría de la gente, incluso de la gente ilustrada. Es normal negociar con un prófugo y que la política esté por encima de la ley. Algún día volverá a gobernar la derecha. Y, como Rajoy, mirarán para otro lado. Sin embargo, los vigías del pensamiento, como hormiguitas, seguirán trabajando en lo suyo. Es triste. Pero es la verdad.