Como siempre las cifras son aproximadas, pero no por ello dejan de ser menos impresionantes. Entre 7.000 y 10.000 inmigrantes ilegales llegaron a la costa de la isla italiana de Lampedusa en tan solo 48 horas. 65 pateras en solo un día. Esta pequeña isla de 20 kilómetros cuadrados y poco más de 6.000 habitantes, se encuentra absolutamente desbordada por la invasión de personas desesperadas provenientes del continente africano e incluso más allá. El fenómeno de la inmigración ilegal que se erigió en una de las principales cuestiones de la campaña electoral italiana ahora está rebotando contra Meloni por el fracaso de su política diplomática con Túnez y la reticencia de la UE a aplicar una política más restrictiva ante un fenómeno que nos encoge el corazón pero que también desangra nuestros recursos y amenaza nuestra seguridad.
Con Túnez sumida en una deriva cada vez más totalitaria a manos de Kais Saied, miles de subsaharianos y magrebíes salen de sus costas empujados por las mafias de transportistas ilegales que han encontrado un filón en su necesidad. La grave crisis económica y humanitaria que el terremoto sufrido en Marruecos y las inundaciones en Libia están originando, no solo han aflojado el escaso control que estos países ejercían sobre las mafias sino que, previsiblemente, fomenten un incremento en la oleada de personas que huyen hacia Europa.
El temblor de la tierra en Marruecos ha evidenciado la fragilidad de las construcciones en las áreas más pobres de un país no muy boyante y la precariedad de sus medios para afrontar crisis como esta, a lo que se ha unido la aparente apatía de un rey cada vez más alejado de sus ciudadanos y el rechazo a la ayuda ofrecida por la mayoría de los países, síntoma de que este reino tiene mucho que ocultar al exterior. Respecto al fallido estado libio —sumido en más de una década de guerra—, pese a sus recursos en hidrocarburos, la nefasta combinación de falta de dirección y la deficiencia de las infraestructuras han provocado una masacre de, al menos, 20.000 personas, así como la desolación en una población que está remontando de la guerra civil. Es comprensible la tentación de un futuro mejor más allá del Mare Nostrum.