Mañana no es un día cualquiera. Comienza el debate de investidura y Núñez Feijoo dará cuenta de lo que será su programa de gobierno. Es su deber y lo ha asumido con audacia, a pesar de que todos los indicadores alertaban de la falta de apoyos necesarios. De momento, han sido 172 diputados los que han confirmado el sí a Feijoo. Otros 178 no lo han hecho. Entre todos estos parlamentarios alguno habrá que apoye las tesis, anuncios y maneras de enfocar el futuro por el Partido Popular.
Sin embargo, probablemente votarán en contra. Votarán en contra, incluso, los diputados de Castilla-La Mancha, cuyo presidente reitera una y otra vez que la amnistía no cabe en la Constitución y que el PSOE no puede apoyarla. Es lícito y legítimo que voten en contra de Feijoo, pero ¿votarán en contra de Sánchez si este protagoniza una nueva investidura que conlleve la amnistía? No lo harán. Porque el PSOE es ahora el partido de Sánchez. Y el que se mueve no sale en la foto. Dirigentes anteriores del PSOE se han mostrado radicalmente en contra de las exigencias del independentismo. Alguno de ellos, que vivió los años más duros de la democracia en el País Vasco, ha sido expulsado del PSOE. La disidencia no es consentida. El debate de ideas, desaparecido.
Alrededor del líder socialista se agolpan, principalmente, aduladores y cobistas. No hay crítica alguna. Hasta hay quien profiere frases de las que será rehén durante toda su vida política: «Haz lo que tengas que hacer, Pedro» (Valentín González Formoso, secretario general de los socialistas gallegos). En esa frase está contenida la actual filosofía socialista. El sentido exacto de su existir. «No puedo probar que existo, solo puedo creer que existo» (Descartes).
Las pruebas conducen a pensar que Sánchez es un ser próximo a la divinidad. Aunque nadie pueda demostrarlo. Más bien al contrario: lo demostrable es que nos ha engañado una y otra vez. Y que España, como declararon miembros del PSOE en numerosas ocasiones, merece un presidente que no les mienta.
El último embuste lo ha descubierto Junqueras. Dijo que la amnistía ya estaba pactada. Sánchez no dijo nada. Y nada dirá de momento, porque sabe que España esta vez no va a consentirlo. Estoy seguro de que Feijoo recordará esta evidencia a partir de mañana. Es su momento.
Hace años, concretamente en el 2009, nadie apostaba que conseguiría su primera mayoría en Galicia. Sin embargo, fue capaz. Yo creo que también será capaz de ser presidente del Gobierno. Si no esta semana, sí en muy corto espacio de tiempo. Porque el país no puede vivir más años envuelto entre mendacidades y enredos. El país no puede permitirse escuchar gritos lisonjeros («Haz lo que tengas que hacer, Pedro») y permanecer silente. Porque en política no vale todo. No vale pactar la desigualdad ni, mucho menos, una amnistía inconstitucional que manchará para siempre la historia de España. Feijoo lo sabe. Ahora —o en breve— es su tiempo.