...Y los griegos sufrieron el precio del aceite

Jesús Ricardo Martín CATEDRÁTICO DE LATÍN JUBILADO. DISTINGUIDO CON LA CRUZ DE ALFONSO X EL SABIO

OPINIÓN

Luis Tejido | EFE

28 sep 2023 . Actualizado a las 09:20 h.

Si de algo presumíamos los españoles era de «nuestro» aceite de oliva, de su calidad y de su precio. Pues se acabó, aunque esto del «escandaloso precio» del aceite no es nuevo; ya los griegos se las tuvieron con una desorbitada subida pese a ser un producto de «primera necesidad». Así lo entendieron los atenienses cuando priorizaron a Atenea (que les ofrecía el olivo) frente a Poseidón (les daba caballos). Y la eligieron «patrona» de Atenas. Pero remontémonos al siglo VI a. C., viajar hasta Mileto y vérnoslas con Tales (Tales de Mileto), que nació y vivió en aquella ciudad, actual Turquía, entre los años 624-546 a. C. Este hombre me cae bien porque, en argot de nuestros días, «le dio a todos los palos»: filósofo, matemático, geómetra, físico, astrónomo… Un perfecto uomo universale. Pues resulta que Tales también se dedicó a cosas tan vulgares como la economía y el sustento diario. Amante de viajar, parece ser que pasó varios períodos de su vida en Egipto y allí se empapó de enseñanzas astronómicas de la mano de los sacerdotes egipcios. Cuenta la leyenda que, en una ocasión, «se cayó a un pozo por ir mirando al cielo», detalle que causó la hilaridad de sus paisanos. Pero, cual un Roberto Brasero cualquiera, aprendió a escrutar el cielo y a predecir los vaivenes de lluvias y borrascas. Aristóteles (Política 1, 11, 1259b) nos cuenta que Tales «concluyó en invierno que habría una gran cosecha de aceitunas»; lejos de pregonarlo entre sus convecinos, se dedicó a alquilar todas cuantas almazaras había en Mileto y Quíos. Así fue: aquel año hubo una gran cosecha de aceitunas. Llegada la época de la recolección, resultó que Tales era el único poseedor de todas las prensas y las realquiló al precio que quiso. Sus conciudadanos lo acusaron de haberse aprovechado de sus conocimientos, pero Tales, que se hizo multimillonario, demostró que «también los filósofos pueden enriquecerse cuando quieren».