
La nostalgia mueve el mundo. Llena y vacía carteras. Provoca fiebres y nubla las mentes. Sobre todo cuando la acompaña esa mentira piadosa tan extendida y tan dañina que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor.
En la actualidad vivimos una ola de nostalgia distinta. Es de memoria corta. De anteayer. Abarca del 2010 al 2020. Y desplaza a lo ochentero y a lo noventero. La explota con éxito Spotify, con listas de canciones que triunfaron durante ese período. La aprovechan las plataformas de streaming con la reposición de series. Y le saca un enorme partido ese fenómeno llamado Taylor Swift.
La artista estadounidense solo tiene 33 años, pero cuenta con una larga carrera, llena de éxitos que ha vuelto a grabar en los últimos tiempos (para poder recuperar los derechos sobre ellos). Con esa munición ?canciones de hace años? está arrasando en todo el mundo con su gira The Eras Tour. Y no solo con sus conciertos. También en el cine, con un documental que ha llenado las salas y que ya ha recaudado cifras superiores a los cien millones de dólares.
Swift no solo está salvando las taquillas de cine (dando alguna que otra lección a Hollywood), también puede hacer lo mismo con el PIB de Estados Unidos, con un impacto de casi 5.000 millones. Si ella fuera una economía, sería mayor que la de cincuenta países. Todo lo que toca lo convierte en oro.