A estas alturas ya no es noticia el dato de que a su eminencia Oriol Junqueras le hizo la boca un fraile, un fraile que ha coincidido en el tiempo y el espacio con un genio de la lámpara, léase donde dije Pedro. Ergo, bastó frotar el artilugio y deseos concedidos. No hay más que ver a Oriol para comprender que todo le está saliendo a pedir de boca, o sea, rodado, o sea rodalies, que habrá lluvia de amnistiados y lluvia de millones condonados por el bien de España, etcétera. Estaba Oriol haciendo balance de su pesca al curricán y ya andaba el pequeño Pere Aragonès anunciando próxima estación, referendo de autodeterminación. Y aún falta Carles con su lista de la compra. Es un hecho empírico que han cogido carrerilla. Basta ver a este hombre de gesto inmenso después de posar con Félix Bolaños para la foto de rigor, quién sabe si de rigor mortis para España. Bolaños. El hombre se cree ministro. Pero es pararse en esta imagen y escuchar la voz de Oriol: «Hombre, el ministro soy yo».