Empatía y escucha de Meryl Streep

Cristina Gufé LICENCIADA EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y ESCRITORA

OPINIÓN

Jorge Peteiro | EUROPAPRESS

10 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Meryl Streep es una actriz norteamericana; se refiere a sí misma como una chica de clase media de New Jersey que ha interpretado a personajes extraordinarios, muy ajenos a ella. Su arte la convierte en única en la historia de la interpretación. El 20 de octubre estuvo en Oviedo recogiendo un premio y en el discurso pronunciado nos dio algunas claves de su trabajo.

«La empatía es el corazón palpitante del don del actor»; cuando nacemos la sentimos —nos dice—, es algo natural. Tal vez al ir creciendo, en el proceso de lo que podríamos llamar «la construcción del yo», del «personaje» que iremos creando con nuestra propia vida, disminuye la capacidad de sentir con el otro; sin embargo, el actor la precisa cuando actúa, así el espectador podrá recuperarla. A través de ella se va a producir la chispa capaz de recorrer la distancia que nos separa a unos de otros para fundirnos en un sentir común, traspasable de mente en mente y de cuerpo en cuerpo, hasta alcanzar la sonoridad que nos va a reconfortar si la escuchamos al reconocernos en pálpitos compartidos más profundos.

Streep desconoce el secreto de este don, pero sabe que el fuego se expande al igual que la sensibilidad que acoge la capacidad del actor para metamorfosearse, y que redundará en unidad comunicable a todo aquel que se halle en uno de los cines del mundo. Por eso nos dice que cuando interpreta se descubre conectada a otras personas, por muy diferentes que sean de sí mismas. «Persevero a pesar de los críticos», nos dice, en referencia a los que le objetan separarse en exceso de su identidad. Incluso «he hecho de hombre». ¿Es una impostura querer abrazar el mundo?», se pregunta.

Nos recuerda que otra de las reglas del actor es la escucha. lo que nos lleva a pensar: no es la empatía una forma de escucha? El que se olvida de su propio yo, del «personaje» que es, para escuchar a otro y observar desde la perspectiva de aquel, ¿no está tirando del hilo que tensa la atención hasta llegar a comprender lo más ajeno? ¿Qué mérito tiene querer lo que ya queremos, identificarnos con lo parecido o idéntico? Sin embargo, ¿no será grandioso aceptar lo diferente, amar lo que odiamos y diluirnos de algún modo en la comprensión?