¿Por qué me cuesta ver de cerca?

Francisco Gómez-Ulla de Irazazabal DIRECTOR MÉDICO DEL INSTITUTO OFTALMOLÓGICO GÓMEZ-ULLA. CATEDRÁTICO DE OFTALMOLOGÍA

OPINIÓN

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19 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin duda, esta es una de las preguntas que más nos hacen en consulta desde los 40-45 años. A partir de esa edad, el ojo comienza a cansarse, haciendo que la visión de cerca se vea afectada. Es lo que se conoce como presbicia o vista cansada, y no, no es lo mismo que la fatiga visual.

Esta sencilla pregunta nos invita a indagar en esta patología visual asociada al envejecimiento del ojo, concretamente del cristalino, ya que a medida que este último envejece se va volviendo más rígido, mermando su capacidad de acomodación para poder ver bien de cerca. Las personas con hipermetropía la experimentarán mucho antes, mientras que los pacientes con miopía la sufrirán mucho más tarde.

Pero, ¿por qué el enfoque cercano se convierte en un desafío? El ojo humano funciona como una cámara fotográfica. La córnea y el cristalino enfocan la luz en la retina, creando una imagen clara. El cristalino es flexible y puede cambiar su forma para enfocar objetos cercanos o lejanos. Con la edad, el cristalino pierde su flexibilidad, dificultando el enfoque de objetos próximos, como las letras de un libro o el texto de un teléfono móvil. De ahí que sus primeros síntomas manifiesten visión borrosa de cerca, necesidad de alejar las letras para poder verlas con nitidez, tener que aumentar la iluminación y dolor de cabeza o molestias visuales después de la lectura.

Por tanto, la presbicia es una patología inherente a la edad que no se puede evitar. Todo lo contrario sucede con la fatiga visual, con la que acostumbra confundirse, que suele producirse a una edad más temprana y está asociada a las horas que pasamos delante de una pantalla y, a veces, a una insuficiente corrección óptica. Este trastorno puede provocar mareos y dolores de cabeza, pero se puede prevenir.

Reconocer estas diferencias entre la presbicia y la fatiga visual es clave para abordar de manera efectiva nuestras necesidades visuales. La presbicia requiere de soluciones más específicas, como lentes especializadas o intervención quirúrgica, mientras que la fatiga visual puede aliviarse con descansos regulares, ajustes en la iluminación y cambios en los hábitos visuales.

En última instancia, la presbicia nos recuerda que envejecer es parte del viaje humano, pero entender sus matices y explorar las opciones disponibles a través de las manos expertas de un oftalmólogo nos permite afinar nuestra visión de la vida, manteniendo el enfoque claro y disfrutando de cada detalle, sin importar cuántas velas adornen nuestro pastel de cumpleaños. ¡La vida es un espectáculo visual que merece ser apreciado en toda su nitidez!