El vuelo de las grullas y el mareo de la perdiz

OPINIÓN

Alejandro Martínez Vélez | EUROPAPRESS

20 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace una década, Podemos se propuso «tomar los cielos», cual bandada de grullas en aventura estratosférica. Obtuvo en las elecciones al Parlamento Europeo más de 1.250.000 votos, 5 eurodiputados, frente a los 19 del PP y 14 del PSOE. Empujó la puerta del cielo, sin llamar, sin pedirle las llaves a San Pedro y sin preguntar para qué servían las bisagras. Intentó romper la inercia del bipartidismo turnista, heredada del que etiquetó como «régimen de la Transición». El desgaste de los partidos tradicionales, el descrédito por las corruptelas, el look diferente, el mensaje atrevido (casta) y el espíritu del 15-M hicieron que muchos jóvenes, antes abstencionistas, mirasen al cielo absortos, atraídos por el vuelo de las grullas.

Sin menospreciar a algunos buitres y gansos, que ascienden como pocos en la naturaleza y en la política, las grullas son las aves que vuelan más alto, hasta casi los 10.000 metros. Suben en formación de uve invertida, porque así amplían su campo de visión y cortan el viento evitando esfuerzos a las que vienen detrás. Aprovechan las corrientes de aire ascendente, vuelan juntas, son gregarias, no compiten, saben que pasa frío la que vuela por libre fuera de la formación. Siguen al líder, hasta que se fatiga y da el relevo a otra grulla experimentada de las que van delante para guiar a las inexpertas. Constituyen parejas monógamas, que se apoyan mutuamente en los ascensos y los descensos, en la construcción del nido y la crianza de los polluelos. El vuelo de las grullas, sobre todo en otoño, resulta muy romántico.

Pasados unos años, Podemos ya no vuela como las grullas, sino que marea la perdiz. Esa expresión cinegética indica que el cazador azuza a la perdiz con ladridos y gritos, hasta que, asustada y agotada, alza un vuelo corto, rasante, y se coloca, sin querer, a tiro. Marear la perdiz es perder el tiempo, enredar por enredar o por fastidiar. Un ejemplo: votar en contra de la reforma del subsidio de desempleo. La reforma es una condición de la UE para la transferencia de 10.000 millones de euros, que debiera haberse aprobado hace más de un año, pero en el Ministerio de Economía también andaban enredando. Cuando se alcanza el acuerdo entre ministerios para incrementar el subsidio y llegar a más colectivos en situación precaria, Podemos decide votar en contra de los trabajadores para fastidiar a la ministra de Trabajo. No solo marea la perdiz, sino que apunta mal.