Traumas políticos

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

Fernando Villar | EFE

27 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Leí esta semana un breve ensayo que se preguntaba si eso de que la política vuelve loca a la gente es una metáfora o una realidad. El autor parte de algunas premisas muy comprobadas, también formalmente, aunque parezcan de Perogrullo: hay personas muy inteligentes que pierden capacidad de razonamiento y pueden llegar a decir bobadas si las cambias de un problema con tres peras y cuatro manzanas a otro con las mismas características pero formulado con demócratas y armas de asalto. Lo dice un conocido psiquiatra estadounidense: Scott Alexander. Analiza después si cabe llamar trauma a los comportamientos de algunos individuos que se pasan la vida buscando noticias políticas que les duelen pero no pueden dejar de leer. La adicción al trauma es un diagnóstico conocido, y se pregunta entonces por el papel que juegan los prejuicios. En concreto, los prejuicios enraizados, nunca revisados ni revisables, dogmáticos.

Si además de fijas son ideas equivocadas, en lugar de corregirse se refuerzan cada vez que se enfrentan a evidencias o razonamientos que los contradicen. De algún modo se vuelven peores, más equivocadas todavía, y van lastrando la capacidad de razonamiento. Al menos, de razonamiento político. Al cabo de unos años los prejuicios se endurecen tanto, cristalizan de tal forma en las personas, que se esclerotizan, y resultan inmodificables. Efectivamente, pueden provenir de un trauma, en sentido estricto. Scott piensa que solo se dan síndromes postraumáticos de esta condición en individuos hiperpolitizados. Así que la política, entendida de modo perverso, no solo produce sociedades polarizadas y extremismos de todo género, sino que puede ser perjudicial para su salud.