Elon Musk tiene abiertos muchos frentes en su vida. El último de ellos es el de convertirse en una referencia para la neurociencia más avanzada gracias al implante cerebral Telepathy, que alimenta la esperanzadora promesa de que un aparato pueda llegar a paliar, con solo pensarlo, el daño neurológico que impide desempeñar funciones básicas como hablar, ver, escribir y tal vez moverse.
Antes que Musk, la ciencia ficción ya había elucubrado sobre las múltiples posibilidades de que una interfaz interactúe a nivel cerebral, pero las conclusiones que deja no son todas tan altruistas como el deseo de sanar y aliviar. En su balcón al abismo del futuro tecnológico, la serie Black Mirror se explaya en las inquietantes posibilidades de crear chips para ganar superpoderes. Una idea turbia se expone en Arkangel, episodio dirigido por Jodie Foster. En él, una madre temerosa lleva su instinto de protección hasta las últimas consecuencias al colocarle a su hija el mayor de todos los controles parentales, un implante neuronal que no solo le permite geolocalizarla con una tableta, sino también ver el mundo a través de sus ojos y censurar las imágenes que puedan incomodarla.
En The Entire History Of You, un dispositivo de memoria permite grabar todo lo que una persona hace, ve y oye. El problema es caer después en la tentación de revisarlo.