Mutilación genital y violaciones de guerra

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Jesús Diges | EFE

14 feb 2024 . Actualizado a las 10:39 h.

El 6 de febrero se celebró el Día internacional de tolerancia cero con la mutilación genital femenina. Según las Naciones Unidas, en la actualidad hay 200 millones de mujeres que han sobrevivido a esta práctica salvaje, y lo más trágico es que 4,4 millones de niñas corren el riesgo de padecerla en el 2024. Las cifras son espeluznantes. Este horror no está apoyado en ningún precepto religioso, sino en creencias ancestrales que vinculan el honor de los varones a la ausencia de placer de las mujeres. Si una mujer no puede disfrutar del sexo es muy improbable que sea infiel a su esposo y, por lo tanto, tendrá hijos cuya paternidad está prácticamente garantizada. En una época en la que la mujer debería de gozar de total libertad para decidir su futuro, para escoger si desea casarse o no, tener hijos o no, millones de niñas siguen condenadas a garantizar el buen nombre de su familia a base de sufrir torturas desde su más tierna infancia y secuelas que van desde la esterilidad a infecciones mortales.

Por otra parte, esta percepción machista y patriarcal propicia que los hombres se sientan con el derecho a agredir sexualmente a todas aquellas mujeres que pertenecen a un país, estado o religión enemigos. Con cifras por confirmar, son centenares las mujeres ucranianas que han sufrido violaciones a manos de los soldados rusos. Los militantes islamistas de Hamás ejercieron una violencia sexual tal contra muchas mujeres durante su ataque del 7 de octubre del 2023 que hasta hubo jóvenes a las que les rompieron la pelvis y otras a las que les encontraron todo tipo de objetos en sus vaginas, por no mencionar a algunas de las rehenes rescatadas. De negro recuerdo, la esclavización sexual sufrida por las mujeres yazidíes a manos de los terroristas de Daesh. Vidas destrozadas de las que nadie habla.

El silencio, la ignorancia y la percepción de que los delitos y agresiones sexuales contra las mujeres no son tan graves perpetúan prácticas criminales que no se castigan, mientras las víctimas tienen que vivir con una condena de por vida aunque sus cicatrices no sean visibles. Y, ¡ya está bien!