Alcohol y el hígado: enemigos íntimos

Francisco suárez lópez HEPATÓLOGO EN EL CHUAC

OPINIÓN

Entre los efectos de dejar el alcohol está la mejoras del sueño o de las relaciones sociales.
Entre los efectos de dejar el alcohol está la mejoras del sueño o de las relaciones sociales. iStock

03 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El consumo de alcohol es un hábito muy integrado, e incluso normalizado, en nuestra sociedad. Y ello pese a ser reconocido desde hace muchos años que es una sustancia nociva para nuestra salud y, específicamente, para nuestro hígado. Aunque su elevada capacidad de difusión por las diferentes membranas celulares le permite acceder a diferentes órganos y sistemas, el hígado es el órgano diana de su toxicidad, ya que es el responsable de su metabolismo. De una forma muy resumida, el metabolismo del alcohol genera unos productos intermedios o metabolitos, los cuales pueden conllevar a un daño hepático progresivo con la aparición de esteatosis (grasa), inflamación y fibrosis (cicatrices), siendo el estadio final de esta cadena la aparición de la cirrosis hepática.

Obviamente, esta secuencia no ocurre de forma universal ni tampoco homogénea entre todas las personas. La razones son diversas, ya que no solamente influye la cuantía del consumo, sino también la genética del paciente, su perfil de consumo o sus propias condiciones de salud (el sobrepeso, diabetes…). Por ello, ante la habitual pregunta sobre cuál es la cantidad máxima de alcohol que podemos ingerir sin resultar perjudicial para nuestra salud, la repuesta del profesional sanitario debe ser muy gallega: depende. Y ello es así porque hemos aprendido que el patrón de consumo importa, no siendo igual el consumo regular (el de todos los días), que el denominado en lengua anglosajona como el binge drinking y que, pese a que carece de una traducción coloquial en nuestra lengua, podríamos entenderlo como el consumo por atracón. Esto es, el consumo o la ingesta de la mayor cantidad posible de alcohol en el menor tiempo posible.

También hemos aprendido que existe una importante sinergia entre el consumo de alcohol y la presencia de determinados factores de riesgo cardiometabólicos, tan prevalentes en nuestra sociedad como el sobrepeso, la diabetes tipo 2 o la alteración del metabolismo de los lípidos. De hecho, disponemos de datos científicos que demuestran de forma robusta que estas comorbilidades no solo suman, sino incluso multiplican, la posibilidad de experimentar efectos adversos hepáticos por el consumo de alcohol. Riesgo que, además, resulta proporcional al número de comorbilidades existentes, por lo que a mayor número de cofactores, menor es el límite de alcohol permisible. Y todo ello, sin integrar en la ecuación el papel de la genética, hoy día no totalmente conocida, si bien sabemos de la existencia de determinados genes condicionantes no solamente de la dependencia al consumo de alcohol, sino también de la susceptibilidad del daño hepático.

Por ello, ante la pregunta del millón sobre la cantidad de consumo de alcohol que podríamos considerar como permisible, probablemente la respuesta más adecuada sea que no existe y que como diría el recordado Pau Donés, «depende» de cada persona. Ah, y finalmente recalcar que ello aplica a todo tipo de bebida alcohólica (también o viño da casa).