La «kolditis»

Elena García-Guereta PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

OPINIÓN

BENITO ORDOÑEZ

10 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La kolditis: enfermedad corrosiva, que de inicio parece leve, pero puede volverse endémica, crónica y letal. Súper Koldo era un perfecto don nadie. Un asesor no tiene competencia propia ninguna: no puede dar órdenes, ni tomar decisiones. Todo lo que haya mandado Koldo lo ha debido hacer en nombre de Ábalos. Eso permite entender la capacidad infectiva del koldovirus en Adif o Puertos del Estado, poderosas entidades dependientes directamente de Fomento.

Se entiende peor el contagio de la kolditis a otros ministerios, e incluso a varias comunidades autónomas. Solo el poder de Ábalos más allá de ministerio, es decir, como número 3 del PSOE, permite, en parte, entender que la trama llegase tan lejos.

El PSOE, por tanto, ha debido ser el vector de transmisión de la kolditis, aún sin querer. ¿Cómo ha actuado el PSOE una vez detectada la kolditis? Ha aplicado un peculiar tratamiento dual: castigo implacable y fulminante al origen de la enfermedad; pero mera observación para el contagio y desarrollo del koldovirus. Si se ataca al virus original pero no sus réplicas, ni su expansión, ni sus vías de transmisión, no podremos descartar que la kolditis acabe en epidemia, ni que se torne crónica y potencialmente letal.

 En los casos de corrupción hay corruptor y corrompido. La corrupción los necesita a ambos para no quedarse en el intento. El enfermo no es corresponsable de su enfermedad, pero el corrupto «corrompido» si es co-responsable del delito.

La kolditis tiene una vía de transmisión evidente, la política. Los ciudadanos saben que quien se acerca a ella puede caer enfermo. Lo demuestra el CIS, al menos, desde el 2020: más de la mitad de los españoles creen que la política, los políticos y los partidos están entre los tres principales problemas de España. Y un 12 % adicional cree que el problema es el Gobierno.

Para que el koldovirus haya resultado ser una enfermedad tan contagiosa ha sido imprescindible la ayuda de una esfera, la administrativa. Los políticos no pueden actuar sin la colaboración de los altos funcionarios, cuya imagen pública puede verse muy negativamente afectada por la kolditis, pese a las honrosas, y en ocasiones heroicas, excepciones que citan los medios.

Lamentablemente nuestro sistema administrativo es terreno abonado para la kolditis y patologías afines. Como Civio —organización sin ánimo de lucro que lucha contra la opacidad de las administraciones— cuenta la pandemia fue un festín: se adjudicaron 6.445 millones de euros por el procedimiento de urgencia. Menos de la mitad de esas adjudicaciones cumplieron con la obligación de publicarse en 15 días, y buena parte de lo publicado estaba plagado de errores. ¿Cuántos empleados públicos fueron expedientados por incumplir sus obligaciones, con grave perjuicio para las arcas públicas, en ciertos casos? La Administración tiene la capacidad y el deber de prevenir y castigar esos comportamientos. Otra cosa es que la ejerza. Lamentablemente, el régimen disciplinario de los empleados públicos parece usarse poco y mal.

La kolditis ha puesto a prueba a políticos y altos funcionarios. Se puede prevenir y se puede curar. Otra cosa es que se quiera.