Perderse, para encontrarse

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

10 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Habla un bregado entrenador argentino del deporte de moda, el pádel, y todo lo que dice es una enciclopedia de sensatez. Nos mata la inmediatez. Cuenta que los jugadores que entrena no tienen paciencia. Si se cruzasen la paciencia por la calle, no la conocerían. Dice que el que está número veinte en el ránking quiere ser ya el número dos o el número uno. No entiende que lo que le corresponde es intentar mejorar para subir del puesto veinte al dieciocho. No existen los saltos ni las grandes escaladas. Esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo. O paciencia y barajar, en el refranero español. Pero todo en esta sociedad de la prisa nos lleva a lo contrario. Lo vivimos con la política.

Encima explica que los grandes jugadores del tenis, por ejemplo, como Djokovic, representan lo opuesto. La cultura del paso a paso. El hambre por ser mejores día a día y alcanzar la grandeza. No hay milagros en el deporte, como en la vida. Los jugadores de ahora, añade, prefieren la plata (el dinero) a crecer como deportistas. Detalla la historia de su hijo, que está jugando a mayor nivel, pero muy lejos de ser una figura seria. «Entonces gana un torneo en Arabia (siempre los países del golfo) y le dan más dinero por un título que no vale nada en el circuito serio y se plantea ir a esos campeonatos por la plata (el dinero). La plata, como sabes, caga hasta a las familias». Al futbolista Kroos le gritaron en la Supercopa de España por decir que Gabi Veiga se equivocaba marchándose tan joven a jugar por dinero a esos lugares. En el fútbol, en el tenis, en el pádel, ya no se respeta la épica de la Champions, ni de los gran slam ni del master. En el golf se está viviendo una revolución similar. El becerro de oro. Todo el mundo tiene un precio.

Es fácil decir que no tomarías esa decisión de apostar por el dinero, cuando no te hacen la mareante oferta. Pero esta deriva del deporte es un símbolo de lo que nos pasa en los trabajos, en las familias, en la vida. Vamos a toda prisa para no llegar a ninguna parte. Tenemos el ritmo de los móviles. No solo nos pasamos el día parpadeando con ellos, sino que hemos cogido su velocidad de vértigo. Ya llevamos implantada en el cerebro esa subcultura de clicar y conseguir, como si el mundo girase así. Nada se logra en un segundo. El entrenador de pádel explica que nadie se recibe de abogado en dos semanas. Necesita cuatro años y que se le atasque alguna asignatura. Los que creen que el amor calienta y la pasión quema están en lo cierto. Simeone acierta cuando habla de partido a partido. Es así. Lo aprendemos cuando la enfermedad nos invade. Nos quita toda la tontería de encima de un golpe. La vida sigue siendo igual de antigua en algunas cosas, a pesar del impulso de las tecnologías. Lo sólido necesita tiempo. Recuperarse precisa pausa. Reconstruirse no es cuestión de minutos ni de horas, ni de días ni de semanas. Ser mejor en el deporte, en el trabajo, en la vida, solo se consigue sudando y apretando los dientes. A veces, perderse es lo mejor para encontrarse.